24 febrero 2025

Queer: una novela plana en el cine

Debo confesar que fui fan de la generación beat. William Burroughs, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Charles Bukowski y algunos más fueron parte de los escritores que conformaron mi visión sobre la literatura. Sin embargo, con el tiempo, me fui desencantado, quizá porque “son otros tiempos” y ya no se estila hacer apología de las drogas o porque ya no encuentro en ellos una gran apuesta literaria. Eso no quiere decir que no hayan sido elementales en mi formación lectora o que no los haya disfrutado, pero simplemente ya no resueno con lo beat.

Pese a que esta declaración parece intrascendente, sirve de justificación al hecho de porqué juzgaré como lo haré a la última película del director italiano Luca Guadagnino: Queer (2024), basada en la novela homónima de Burroughs. En principio, celebro la dirección de fotografía del tailandés Sayombhu Mukdeeprom, pues está llena de escenas sobresaturadas en las que parece no pasar nada como en los cuadros de Edward Hopper.

La historia se enfoca en William Lee (Daniel Craig), un hombre que llegó a vivir a la Ciudad de México en la década de los cincuenta, donde un grupo de extranjeros llegaron a residir después de la Segunda Guerra Mundial. La vida de Lee consiste en consumir drogas y tener aventuras con hombres que conoce en bares de paso.

En este punto, quisiera hacer una digresión, Queer parece un retrato del fenómeno de la gentrificación que hoy aqueja a nuestra ciudad. En ella, vemos a unos irrespetuosos estadounidenses adueñándose de la ciudad, relacionándose solo entre ellos y marginando a los mexicanos. Viviendo el exceso de la vida nocturna. Un hecho que, sin duda, permite ampliar nuestra perspectiva sobre cómo han sido las dinámicas de la migración anglosajona en nuestro país a lo largo del tiempo.

Continuemos, la vida de Lee cambia cuando conoce a Eugene Allerton (Drew Starkey), un apuesto joven que hasta hace no mucho había sido militar. Se obsesiona con él: lo desea. Allerton, por su parte, se dedica a juguetear. Por las noches son algo parecido a amantes, pero por el día todo termina.

De esta manera, transita la historia, entre las drogas y los encuentros de Lee. Las escenas, de pronto, se confunden entre lo que sí sucede y lo que parece que sucede. Una especie de apuesta onírica de Guadagnino.

El punto de quiebre se da cuando Lee y Allerton viajan a Suramérica en busca de una planta de nombre ayahuasca. La fijación de Lee, alter ego del propio Burroughs, con esta planta se da su poder para hacer “telepatía”, es decir, para leer los pensamientos del otro. En el viaje, tienen una experiencia espiritual o psicodélica. Luego, ambos vuelven, se separan y no se ven más. Todo, hasta llegar a la escena final: Lee agonizando.

En fin, Guadagnino realizó una adaptación casi fiel de la novela, pero agregando un par de escenas oníricas y una que otra que evoca el paso de los beats por la Ciudad de México. Un toque personal, por decirlo de algún modo. Sin embargo, la historia no es exactamente sobresaliente o más bien está lejos de serlo, pues los textos de Burroughs suelen abusar de lo biográfico y carecer de un verdadero trabajo literario.

Por lo tanto, Queer no es extraordinaria ni es de los mejores trabajos de Guadagnino. Pese a ello, la estética de las escenas es genial y la actuación de Daniel Craig es increíblemente verosímil. Lee me causó casi la misma repulsión que me generó el Burroughs racista de Las cartas de la ayahuasca (1963).