La verdad es que gobernar mejor que los presidentes de las últimas décadas en México no era una épica. Al contrario, se la pusieron muy fácil a la 4T. El desmantelamiento del Estado y la apropiación de los recursos públicos como botín eran la regla. Si se hace un análisis más cuidadoso, en realidad es difícil señalar a un presidente que haya trabajado más para la sociedad que para sí mismo o sus grupúsculos, y que no haya reprimido, asesinado o desaparecido. Tal vez Lázaro Cárdenas sea quien logró una reputación más o menos aceptable en todo el siglo XX.
Del siglo XXI ni hablemos: Fox, con sus escándalos de corrupción y su miope política internacional; Calderón, con su fraude y su guerra, es el más indefendible desde Díaz Ordaz; y Peña Nieto, “ay dios”, si no fuera por el humor involuntario que provocaba, se le recordaría más por su corrupción y sus crímenes de Estado que por sus burradas.
La verdad es que gobernar mejor, para AMLO, fue sencillo: lo único que tenía que hacer era lo que siempre dijo —no robar, no mentir, no traicionar—. Tres cosas sencillas, pero imposibles de lograr para esa clase política que hoy llora y añora las épocas en que controlaban organismos autónomos, sus tarjetas de crédito sin límites, sus privilegios, sus amigos en las cortes, los bonos a esos intelectuales de pacotilla como Krauze y compañía, los recursos para los famosos chayoteros como López-Dóriga, el experto en montajes Loret de Mola, etc., etc., y los académicos que ya no pudieron mantenerse en el falso disfraz del interés objetivo y en pos del conocimiento, y mostraron sus pérfidas ideologías ultraconservadoras, misóginas, simplonas y clasistas, representadas por Denisse Dresser y José Antonio Crespo.
Gobernar peor que esos bandidos era impensable e imposible. Todo lo que se hizo en “el primer piso” de la 4T merece una evaluación precisa, y tal vez muchas de esas acciones no sean óptimas o incluso atenten contra el discurso popular de Morena, o en ellas conviva un doble sentido contradictorio. Por mencionar uno: Jóvenes Construyendo el Futuro tiene el objetivo de solucionar el problema público del desempleo juvenil, abandonado por la política neoliberal de las competencias y el libre mercado. Pero ¿dar subsidios al empleo para los empresarios era la mejor solución? No hace falta mucha investigación para encontrar evidencia de que esos programas —ya probados en otras partes del mundo y también en América Latina— ayudan más al empresariado que a los jóvenes.
Sin embargo, ese programa, en el contexto mexicano, adelantó años luz a la política laboral de personajes tan funestos y nefastos como el huachicolero poblano Javier Lozano.
Pero ¿gobernar mejor que el PRIAN significa gobernar bien? La lucha de la CNTE arroja luz sobre la respuesta. Ante demandas puntuales, como la derogación de la reforma a la ley del ISSSTE de 2007 (otra pifia que le debemos a Felipe “el carnicero de Michoacán” Calderón), se responde con una variante de “el PRI robaba más”. En todas las ocasiones, Martí Batres y Claudia Sheinbaum repiten: es que está el Fondo de Pensiones para el Bienestar y antes se les daba menos. La fórmula es clara: ya no se dice que no se puede, sino que antes era peor y que cualquier cosa que hagan ahora es mejor y debe ser celebrada.
El intento de desprestigiar a la CNTE que se hace en las mañaneras por reporteros y reporteras, y a través de las redes sociales de cuentas afines a la 4T, es muestra de que, en algunos aspectos, no son muy diferentes del prianismo: no tienen respeto por la lucha política organizada que no les responde. Así como en el neoliberalismo se desprestigió al sindicato de Luz y Fuerza o a los de la Ruta 100, ahora la 4T lo hace con la CNTE, con fórmulas clonadas de sus contrincantes.
Pero lo positivo es que en ello dejan claras sus afinidades: la lucha de la CNTE y la negativa a aprobar la reforma de las 40 horas dejan en evidencia que los límites de la transformación no los marca la presidenta ni el “Movimiento de Regeneración Nacional”, sino el empresariado que les permite estar ahí. No tienen intención alguna de derogar la ley del ISSSTE de 2007 porque sería un golpe impensable para los usureros que se enriquecen al extremo con las Afores. Ni de aprobar las 40 horas, porque es impensable que les toquen la tasa de ganancia a los explotadores que ni sillas siguen dando a sus empleados.
Así, “el PRI robaba más” se ha convertido en el mantra contra toda crítica o demanda popular. Pero es un mantra que se empieza a diluir, así que si la 4T pretende ser un edificio de más de dos o tres pisos, debe dejar de gobernar mejor que el PRIAN y comenzar a gobernar bien y más allá de los límites empresariales. Porque, en efecto, el pueblo es sabio. La derrota en Veracruz es un primer aviso. Ya no es suficiente con dar lo mínimo; deben empezar a responder más a las demandas populares y aventarse el control de daños contra el empresariado rapaz que tenemos en México. Para ellos no hay límites: Slim quiere seguir explotando a jubilados, y si pudieran, seguirían explotando a los muertos. Un gobierno que les responde más a ellos que al magisterio organizado no va a arribar a mejor puerto que los gobiernos funestos del pasado.