El desarrollo de las cuatro lenguas originarias del estado de Guerrero genera día con día diversas controversias; por ello, es necesario reflexionar sobre los factores que vinculan el aislamiento del habla con la vida ciudadana, ya que esta desconexión ha causado daños irreparables, especialmente en forma de discriminación, desempleo y violencia. Estas situaciones orillan a muchas personas a emigrar.
Las lenguas indígenas que aún se hablan en el estado de Guerrero son el náhuatl (conocidos también como “nahuas”), el tu’un savi (mixtecos), el nn’anncue ñomndaa (amuzgos) y el xabu me’phaa (tlapanecos) (González & Gatica, 2009). Estas lenguas han ido desapareciendo poco a poco debido, entre otras cosas, a la emigración. Muchas madres y padres ya no se comunican con sus hijas e hijos en su lengua originaria, lo que provoca un alejamiento progresivo de su cultura lingüística y la adopción del castellano u otras lenguas.
A raíz de la emigración surgen dificultades para interactuar con personas mestizas, lo que se suma a una negación histórica que ya acumula más de quinientos años. Las y los indígenas que emigran al interior del país o al extranjero enfrentan múltiples obstáculos para desarrollarse cotidianamente. El hecho de ser indígena, ya sea hombre o mujer, muchas veces se traduce en un trato inhumano, a pesar de que estas personas suelen caracterizarse por su nobleza y un profundo sentido del respeto y la obediencia.
Por otra parte, “la migración o desplazamiento interno de las personas indígenas se presenta debido a múltiples factores, principalmente la necesidad de escapar de los conflictos y la persecución, los impactos del cambio climático, el despojo de sus tierras y la desventaja social” (OIM Global, 2024).
Otra consecuencia de la discriminación es la violencia. Este fenómeno obliga a muchas personas a abandonar sus comunidades en busca de seguridad. Son víctimas de amenazas cuando no acceden a colaborar con grupos delictivos que se hacen pasar por comunitarios y exigen altas cuotas económicas a la población. Estas condiciones obligan a muchas familias a desplazarse, huyendo de la violencia y en busca de una vida más digna.
El racismo y la discriminación racial son parte de un legado histórico que se remonta a las conquistas y al colonialismo. “El racismo y la discriminación racial son el legado de la historia universal de la conquista de unos pueblos por otros, desde la antigüedad hasta la expansión de los grandes imperios y sistemas coloniales de la época moderna” (González, 2006, p. 195). Esta situación se perpetúa de generación en generación. Aunque parece que las nuevas generaciones pueden pensar distinto, aún persisten actitudes de rechazo difíciles de erradicar.
La violencia, además, genera miedo. Este miedo hace que las personas abandonen sus hogares por temor a ser asesinadas o desaparecidas. Muchas veces no hay otra alternativa, pues no existe un sistema de justicia eficaz que les proteja. En especial, muchas madres y padres se ven obligados a migrar para proteger a sus hijas e hijos.
Todo esto conduce a una problemática más profunda: muchas personas indígenas terminan por ceder ante la discriminación. Dejan de hablar su lengua, de vestir su ropa tradicional, de practicar sus costumbres. Los estereotipos negativos que la sociedad les impone los hacen sentir ajenos, fuera de lugar. Por eso, algunas personas prefieren desprenderse de sus raíces antes que vivir la exclusión.
Para revertir la pérdida de las lenguas originarias es urgente establecer talleres de concientización sobre la importancia de conservar la identidad cultural y lingüística. Si no se actúa pronto, corremos el riesgo de perder por completo la diversidad lingüística y cultural. Estos talleres deben estar dirigidos tanto a quienes no hablan estas lenguas como a quienes pertenecen a alguna comunidad indígena, con el objetivo de fomentar la transmisión intergeneracional del conocimiento y la palabra.