La miniserie El Eternauta, estrenada el 30 de abril de 2025 en Netflix, es, desde ya, un hito de la ciencia ficción dramática argentina gracias a su impecable narrativa y a la presencia estelar de Ricardo Darín en el papel de Juan Salvo, un veterano de la guerra de Malvinas que debe liderar la resistencia frente a una nevada mortal de origen desconocido.
Desde su estreno, El Eternauta se ha posicionado como la serie de habla no inglesa más vista en Netflix a nivel mundial y como la más vista en América Latina, afianzando su impacto cultural y convirtiéndose en un referente de las producciones audiovisuales argentinas para Latinoamérica y el mundo.
Con un presupuesto que superó los 41 millones de pesos, y bajo la dirección de Bruno Stagnaro, la serie despliega una fotografía helada y melancólica a cargo de Gastón Girod que convierte a la Buenos Aires postapocalíptica en un personaje más de la trama.
Sin spoilers, desde el primer episodio, El Eternauta nos invita a acompañar a Salvo y a un puñado de supervivientes en el descubrimiento paulatino de los alcances de una invasión. César Troncoso da vida a Alfredo “Tano” Favalli quien imprime una actuación y entrega emocional potente. Troncoso, actor uruguayo de amplia trayectoria en cine y teatro, imprime humanidad y humor en la serie. Sus interacciones con Darín, le dan a la serie frescura, autenticidad y calidad excepcionales.
El Eternauta bebe de la novela gráfica homónima publicada en 1957 por Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López, respetando su núcleo dramático —la aniquiladora nevada alienígena— pero trasladando la acción a la actualidad y sumando la Guerra de Malvinas como trasfondo histórico. La adaptación potencia también la presencia femenina: Elena (interpretada por Carla Peterson) y la hija Clara adquieren un arco narrativo de mayor peso, y se incorporan personajes inéditos que expanden el universo sin traicionar el espíritu original.
Detrás de esta epopeya de supervivencia late la tragedia de su creador. Héctor Germán Oesterheld abrazó una militancia de izquierda y se sumó a Montoneros, convencido de que la lucha política es inseparable de la creación artística. En 1977, su compromiso le costó la vida: fuerzas militares lo desparecieron en La Plata el 27 de abril, después de también haber desaparecido a sus cuatro hijas —Diana (24), Beatriz (19), Estela (25) y Marina (18), dos de ellas embarazadas— y a tres yernos. Este horror se suma al de los casi 30,000 desaparecidos que el terrorismo de Estado dejó tras de sí en la Argentina.
La serie ha avivado la memoria y la búsqueda de los nietos de Oesterheld —hijos de Diana y Marina Oesterheld— nacidos en cautiverio, hoy reclamados por Abuelas de Plaza de Mayo y organizaciones de derechos humanos. También, gracias al “Efecto Eternauta”, se ha aumentado la búsqueda de personas desaparecidas: entre el 1 y el 7 de mayo de 2024 la organización Abuelas de Plaza de Mayo recibió 18 consultas de personas nacidas entre noviembre de 1976 y enero de 1978 que dudaban de su identidad, mientras que, en el mismo lapso de 2025, tras el estreno, las consultas ascendieron a 106 —un incremento de más de seis veces— y representaron el 11,7 % de las 902 recibidas en lo que va del año. Asimismo, las denuncias por apropiación de bebés se triplicaron, pasando de 21 a 62 denuncias en el período.
Este renovado interés adquiere una dimensión aún más relevante en el marco del gobierno de Javier Milei, cuyas políticas de recorte presupuestario y relativización de los crímenes de lesa humanidad han afectado directamente a las instituciones de memoria histórica y verdad. A pesar de ello, las Abuelas de Plaza de Mayo han fortalecido alianzas para acelerar la identificación de los casi 300 nietos aún no restituidos, digitalizando y priorizando los más de 10,000 recortes documentales acumulados desde 1977.
La visibilidad global alcanzada por El Eternauta ofrece así un contrapeso cultural fundamental para sostener la demanda de justicia y mantener viva la memoria colectiva en tiempos adversos.
El éxito de El Eternauta se traduce también en cifras de audiencia que la ubican como la tercera serie más vista en Netflix a nivel mundial y la primera en español, con 10,8 millones de visualizaciones en apenas cinco días. Estos datos reflejan la fuerza de un relato que trasciende fronteras y refuerza el prestigio de la producción cinematográfica y televisiva argentina junto a títulos emblemáticos como El secreto de sus ojos, Relatos salvajes y Argentina 1985, por nombrar los más celebrados. A diferencia de producciones ligeras, banales y ridículas —como ciertas producciones mexicanas protagonizadas por figuras como Eugenio Derbez—, esta miniserie apuesta por la memoria, la política de la creación, el entramado emocional y la excelencia técnica. Dirección de fotografía, diseño de producción, banda sonora y efectos especiales compiten de igual a igual con las grandes superproducciones internacionales, reafirmando la posición de Argentina como faro audiovisual en el mundo.
La combinación de la fotografía poética de Girod, el pulso narrativo de Stagnaro, la interpretación de Darín y el aporte potente de Troncoso consolidan una propuesta de altísimo nivel. Lo anterior, junto al trabajo de guionistas, diseñadores de producción y equipo de efectos visuales, ratifica la riqueza y la coherencia de un proyecto que ya ha sido declarado de “Interés Cultural” por el Ministerio de Cultura de la Nación y ha hecho de Darín “Personalidad Emérita de la Cultura”.
Ver El Eternauta es, por tanto, un acto de homenaje al legado de Oesterheld y un llamado a la reflexión sobre el poder del arte como arma de resistencia. También es la oportunidad de disfrutar de una narrativa de ciencia ficción de primer nivel, de reconocer el extraordinario trabajo de sus intérpretes —especialmente César Troncoso, cuyo Favalli brilla con humanidad y fuerza dramática— y, al mismo tiempo, de recolocar la causa de las Abuelas de Plaza de Mayo, quienes después de décadas y, pese a la ofensiva de Milei, siguen en pie de lucha por la justicia y la verdad.
Finalmente, El Eternauta demuestra que el arte sigue teniendo potencia política y tiene la posibilidad de articularse como una inmejorable arma contra la desmemoria, la impunidad y la indolencia.