Quiero comenzar este año hablando de una película con imágenes del pasado, se trata de Mudos testigos, un found footage realizado por los cineastas colombianos Luis Ospina y Jerónimo Atehortúa con fragmentos de las primeras películas silentes que se grabaron en Colombia, pues me parece que este trabajo reafirma que hacer cine te permite jugar, imaginar y crear nuevas realidades.
Por medio de grabaciones de acontecimientos históricos y de películas de principios del siglo XX, Ospina y Atehortúa construyen un melodrama al estilo clásico: un amor prohibido (o “Amour Fou”, como se nombra al primer acto). Efraín (Roberto Estrada Vergara) y Alicia (Mara Meba) se enamoran, pero ella se encuentra comprometida con Uribe, un poderoso empresario textilero, lo cual impide que tengan una relación.
En principio, el tema no llama la atención —no es nada extraordinario—, pero lo que me parece genial es el amor por el cine y por la producción de su país que muestras los cineastas colombianos. Al hablar de primeros trabajos cinematográficos, pensamos en David Wark Griffith o Georges Méliès, pero poco sabemos de nuestra filmografía nacional o regional (para hablar de América Latina).
Es por ello que me gustó tanto Mudos testigos, pues recupera imágenes de la historia colombiana y las resignifica para exhibirlas en el presente. Los directores se permitieron jugar de forma extraordinaria con la trama, tan ese así que en el transcurso de la película ocurre un incendio que arrasa a la ciudad, se muestran imágenes de manifestaciones en la Bogotá de los años veinte y de la selva colombiana en la que se perdieron los protagonistas.
En esa última parte, el film es incluso poético, debido a que en esta parte ya no vemos a ninguno de los personajes, sólo vemos lo que Efraín ve en su búsqueda. Vivimos su desesperación y, de algún modo, nos perdemos con él. Esa sensación que nos interpela es, sin duda, un éxito del montaje. Ospina y Atehortúa se permitieron jugar y nos hicieron partícipes del juego, tanto así que antes de investigar más sobre la película, llegué a pensar que era una simple reconstrucción de un viejo film, cuando en realidad es uno hecho a partir de muchos films.
Si esto no es suficiente para convencerles de ver Mudos testigos, quisiera transmitir mi gusto por el trabajo del cineasta caleño Luis Ospina, quien murió en 2019, pero que nos dejó los inicios de este film que trabajó junto a Atehortúa. Desde ¡Oiga vea! (1971), película que hizo junto a Carlos Mayolo, mostró su fascinación por el mundo subterráneo de las ciudades y por trasgredir las formas tradicionales de contar historias.
En otros de sus trabajos como Agarrando pueblo (1978) y Un tigre de papel (2007) expone su habilidad para el montaje y para hacernos creer lo que muestra. Los dos son falsos documentales, el primero trata de un grupo de cineastas contratado por una compañía alemana para hacer un documental sobre la miseria en Latinoamericana y el segundo va sobre la vida del artista Pedro Manrique Figueroa. Es tal el juego que el espectador termina con la sensación de que todo lo que está dicho ahí existió, incluso en Wikipedia se encuentra la biografía del mítico Manrique. Y es así como, con su trabajo, Ospina nos muestra que con el cine se puede hacer magia.