Para las que crecimos viendo a los hombres gobernar el país significa mucho que por fin haya una presidenta. Por años, estuvimos expuestas a mesas de análisis repletas de hombres que hablaban sobre cómo otros hombres (gobernadores, senadores, diputados, empresarios) decidían lo importante. La toma de posesión de Claudia Sheinbaum rompió con esa dinámica. Detrás de la comisión de bienvenida integrada sólo por mujeres legisladoras, la participación de Ifigenia Martínez colocando la banda presidencial y las tres cadetes que escoltaron a la Presidenta, está el deseo de refrendar uno de los eslogans de campaña: es tiempo de mujeres.
Sin embargo, hay quienes menosprecian esos detalles por considerarlos actos simbólicos que no impactan en la realidad que vivimos las mujeres. ¿Cómo podría lo simbólico no tener impacto en la cotidianidad?
Cuando la presidenta en su discurso de posesión pidió ser nombrada en femenino, “al igual que abogada, científica, soldada, bombera, doctora, maestra, ingeniera, con ‘A’, visibilizó la participación de las mujeres en espacios históricamente hipermasculinizados.
La selección de ejemplos no es casual, como tampoco ha sido casual su agenda y declaraciones.
En su primera semana de gobierno, Claudia Sheinbaum incorporó a la discusión pública -y a los principios del humanismo mexicano - el combate a la misoginia. Lo hizo mencionando la violencia vicaria en una conferencia de prensa acompañada de Secretarias de Estado y especialistas que presentaron programas y reformas constitucionales para garantizar una vida libre de violencia para niñas, mujeres y adolescentes. Lo hizo cuando mencionó que, con su llegada a la presidencia, llegaban también las que pudieron alzar la voz y las que no lo hicieron, llegan las que han tenido que callar y luego gritaron a solas (..) llegan ellas, las que soñaron con la posibilidad de que algún día no importaría si naciéramos siendo mujeres u hombres, podemos realizar sueños y deseos sin que nuestro sexo determine nuestro destino”.
Aun cuando lo simbólico no sea el objetivo final, conviene recordar que las palabras y símbolos han bastado para que la misoginia se haga aún más presente en declaraciones como las de Rafael Inclán. La presidenta incomoda y al incomodar al machismo, transforma.