26 junio 2024

Gobierno de la CDMX.

Habrá Comandanta, ¿y ahora qué?

Años antes de que Neil Armstrong y Edwin F. Aldrin llegaran a la luna nadie había reparado en que hacía falta una palabra que describiera el acto de posarse sobre la luna. Fue hasta que los vuelos no tripulados tuvieron éxito que la palabra alunizaje empezó a utilizarse.

Esta posibilidad de incorporar nuevas palabras a una lengua está estrechamente ligada con las transformaciones que ocurren en la realidad. Y de la misma manera que en 1965 con alunizaje, hoy tenemos la necesidad de que una palabra cambie y empiece a decirse en femenino: comandanta.

Sé que no faltarán las resistencias, pero vale la pena insistir en lo que por años han dicho las feministas* desde el ámbito de la lingüística: “lo que no se nombra, no existe”. Por eso hay que repetir una y otra vez que tendremos presidenta, comandanta.

Y después de decirlo, ¿qué? Nombrar el cambio en la cúspide de la estructura castrense es también una oportunidad para visibilizar que en las bases existen muchas brechas y violencias por erradicar.

Actualmente, las mujeres constituyen el 10% del Ejército y el 4% de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM). Sin embargo, su participación no es proporcional en todas las jerarquías. Conforme se avanza en el escalafón, las mujeres van desapareciendo. El techo de cristal parece impenetrable, en el Ejército ninguna mujer llegó a Generala de Brigada y en la FAM ninguna pasó de Capitana 1°.

La Ley Orgánica del Ejército y la Fuerza Área establece que las regiones militares estarán al mando de una Comandancia con el grado de General de División o de Brigada (art. 36). Esa es la razón por la que, hasta ahora, ninguna mujer ha estado al mando de una zona o región militar: no existen mujeres con esos grados.

Entonces, habrá comandanta pero los mandos superiores operativos seguirán en las mismas manos. La Comandanta estará rodeada de generales que no han tenido la voluntad de entender por qué las mujeres no ascienden, de qué forma los procesos de promoción ya establecidos no favorecen la incursión de las militares en los espacios de toma de decisión.

Tal vez una mirada femenina priorizaría entender y atender los casos de violencia sexual presentados ante el Observatorio para la Igualdad entre Mujeres y Hombres en el Ejército y la Fuerza Aérea Mexicanos y la Fiscalía General de Justicia Militar.

Quizás a una mujer sí le interese preguntarse de qué tamaño es el subregistro de denuncias relacionadas con violencia sexual al interior de la Sedena, cómo se garantiza que las víctimas denuncien sin ser revictimizadas y lo más importante: si existe una relación entre quejarse y no ascender.

Parece que, por el momento, sólo hay dudas y expectativas. Disfrutaré mucho ver qué acciones afirmativas implementa la Comandanta para romper el techo de cristal en las Fuerzas Armadas, porque nombrar lo femenino es sólo el primer paso en la búsqueda de la equidad.

*Aprovecho esta oportunidad para recomendar el trabajo de Teresa Meana, Eulalia Lledó y Mercedes Bengoechea, a quienes admiro profundamente.