30 agosto 2024

Amor a la camiseta

En tiempos recientes, una de las utopías que sigue dañando lo más profundo de los corazones de los aficionados al fútbol es la relacionada con el amor a la camiseta como elemento esencial para pertenecer y representar a un club.

Con el paso de los años, uno comienza a darse cuenta de que solo un pequeño número de personas privilegiadas por talento, dinero, apoyo, entre otros factores, serán quienes puedan disfrutar de ese sueño de ser profesional. A la par de este proceso, el aficionado al fútbol comienza a acrecentar su pasión, encontrando elementos que lo hagan sentir parte de una colectividad, sin importar cuál sea su esencia.

En la mayoría de los casos, todo se sustenta en la tradición y la historia del club, en los colores, en la familia, en el recuerdo de aquel primer partido en el estadio o en ese primer momento en el que recuerdas a tu padre, abuelo o madre festejar con emoción una victoria.

Esa pasión solo se puede ver fortalecida si va acompañada de esos recuerdos que te forman como persona, que vienen junto con tus amigos o tu familia. En este momento me vienen a la memoria innumerables ocasiones en las que tuve la oportunidad de ver un partido de mi equipo favorito en compañía de las personas que amo, y en donde, afortunadamente, el grito de gol no se ahogó en la derrota. Por el contrario, permanecen en la memoria esas estampas de grandes jugadores y sus mejores jugadas en momentos decisivos.

Muchas veces, esa pasión se ve opacada por la cólera y la frustración de la derrota, por la incapacidad de formar parte de ese momento de manera física y solo poder alentar desde fuera.

Existen muchos ejemplos en todo el mundo de lugares donde el fútbol todavía se vive junto al aficionado rival y en familia, en los estadios. Por otro lado, hay países en los que parece imposible mirar a la grada y ver a alguien con la camiseta del equipo visitante.

El fútbol también se ha convertido en un espacio donde se enaltecen todos los elementos frívolos que rodean al balón, y al mismo tiempo, se vuelve un bastión casi fundamental de la existencia de cada persona que acude al estadio.

El tan mentado amor a la camiseta muchas veces encubre la violencia, la desesperación, la frustración y la intolerancia de poder compartir con alguien más las emociones de este deporte.

Hace un par de años, en el Estadio Corregidora de Querétaro, ocurrió uno de los hechos más lamentables en la historia del fútbol mexicano, donde aficionados del Atlas sufrieron agresiones de todo tipo, y hasta el día de hoy no hay un esclarecimiento de los hechos que nos permita entender la gravedad de lo sucedido en cuanto a heridos y víctimas fatales. Este suceso culminó (al menos en los expedientes de la Federación Mexicana de Fútbol) con una sanción en la que, de manera temporal, el club no pudo abrir las puertas de su estadio a su propia afición.

Como he compartido en algunas otras ediciones de este espacio, el fútbol no está exento de la corrupción y las peores bajezas, pero al mismo tiempo, puede ser también una de tantas razones por las cuales puedes disfrutar la vida, en compañía (o no) de las personas que amas y que entienden esta misma pasión.

Ese, para mí, es el verdadero amor a la camiseta, donde pueden converger diferentes formas de entender el fútbol, pero que, al escuchar el silbatazo final, podemos seguir compartiendo momentos y, por qué no, alentando a los más pequeños y pequeñas a ser parte.