01 julio 2024

Valeria Boltneva

Una presidenta que ponga el cuidado de la vida al centro de las instituciones

El uso del tiempo es una de las cuestiones que más afecta a las mujeres en el sistema capitalista heteropatriarcal. Es la disposición de ese recurso, que también es finito, de lo que se ha valido el sistema para sostener la vida. No obstante, tiene un costo para las mujeres, quienes muchas veces emplean tiempo de su descanso, del cuidado de su salud, recreación, esparcimiento o desarrollo de intereses personales, para los cuidados. Muchas mujeres son orilladas a declinar su formación escolar y/o oportunidades laborales por ser incompatibles con las actividades de cuidado. Rara vez reflexionamos sobre el cuidado de la vida en un sistema en el que el mercado va en el centro. Nos es muy difícil imaginarnos una alternativa en la que contemplemos sociedades que pongan la vida en el centro.

Poner la vida en el centro significa cuidarla y para ello se requieren varios recursos, pero sobre todo el recurso humano del tiempo. El 77.8% de los hogares en México tiene una o más personas susceptibles de recibir cuidados.1 Y el 75.1% de las mujeres de 15 años o más ejercen labores de cuidados. Esta es una contundente realidad: frente a las demandas de productividad y consumo, el sacrificio de asumir todas las labores de cuidado, convenientemente desvalorizadas, ha sido una carga injustamente impuesta a las mujeres.

De frente, tenemos por primera vez en la historia de México a una mujer como futura Presidenta. Varias son las consignas en torno a los pendientes que existen para los derechos de las mujeres, que incluso discursivamente se han fraseado como “pendientes con la agenda feminista”. Hace apenas unos días, el 25 de junio, presenciamos la entrega del llamado “bastón de las mujeres”, mismo que entregaron diferentes representantes del poder legislativo, militantes de MORENA y mujeres que han participado y defendido la agenda feminista. En el discurso de entrega de Olga Sánchez Cordero mencionó varias tareas pendientes, entre ellas —y una de las más aclamadas— fue la creación de un Sistema Nacional de Cuidados; mismo que fue enarbolado anteriormente por Sheinbaum en la Ciudad de México, pero que en su gobierno no se concretó.

La discusión en torno a la injusta distribución de los trabajos de cuidados en México antecede, por supuesto, al gobierno de AMLO, pero se tiene que reconocer que dentro de sus prioridades jamás estuvo esta agenda, inclusive hubieron momentos memorables (y no en un sentido positivo) de afirmar que las y los abuelitos pueden ayudar a las madres solteras a cuidar a sus nietos. Por otra parte, se determinó modificar el programa de estancias infantiles, las cuáles, de acuerdo con el gobierno actual, no cumplían con normas de seguridad y protección suficientes para el cuidado de niñas y niños. Este programa se transformó en lo que hoy son transferencias monetarias directas a través del Programa de Apoyo para el Bienestar de niñas y niños hijos de madres trabajadoras, a partir de lo cual cada familia definiría cómo utilizar el recurso destinado a los cuidados. Lo cierto es que ni el programa de estancias ni el del bienestar fueron suficientes en cuanto a la cobertura y demanda de las necesidades de cuidados que enfrentan las niñas y niños antes de la edad preescolar, mismos que son cubiertos fundamentalmente por sus madres.2

En otros ámbitos, las condiciones laborales de madres, padres y cuidadores se han vinculado directamente con el derecho de niñas y niños al cuidado. Sin embargo, ha sido comlejo que se legisle en ese sentido: hasta 2020 se brindaba el servicio de guardería sólo a las niñas y niños cuyas madres estuvieran aseguradas por sus trabajos. Y a pesar de que se reformó la Ley del Seguro Social para modificar la ampliación del servicio para los padres, la demanda de centros de cuidados para niñez temprana3 ha sido insatisfecha. La ENASIC reporta que, entre los 0 y los 2 años, el 91.5% no asiste a ningún centro de cuidados y de 3 a 5 años el 25.3% no asisten a ningún sistema escolarizado de preescolar. Siendo la respuesta más recurrente que no asisten por no necesitan; no obstante, en la propia encuesta se visualiza que esto está plenamente relacionado con la disposición del tiempo de las mujeres.

Lo anterior, sólo es una arista de las múltiples necesidades que tienen las poblaciones con necesidades de cuidados, faltaría hablar de las necesidades de las personas adultas mayores, personas con discapacidad con grados de dependencia o personas enfermas. Asimismo, se debe resaltar la incompatibilidad de los horarios de los centros escolares y guarderías con la jornada laboral de las personas.

El Sistema Nacional de Cuidados es una enorme tarea pendiente que tienen los gobiernos del pasado, el gobierno del presente y el que asumirá la primera mujer Presidenta en los próximos meses. Es menester no quitar el dedo del reglón y seguir señalando la necesidad de que los programas sociales destinados a los cuidados contemplen mucho más que transferencias monetarias a las familias. Un gobierno con perspectiva de género en el que se ponga la vida en el centro deberá ser capaz de generar una estrategia integral, que contemple desde el diseño las necesidades de cuidados las personas dependientes, de las personas cuidadoras y de todas las personas que habitamos este país, y que como humanas requerimos de cuidado para seguir viviendo.


1 Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC), INEGI, 2022.
2 De acuerdo con la ENASIC 2022, 86.3 de las personas que reportaron cuidar son madres.
3 Le llamo niñez temprana a lo que anteriormente conocemos como primera infancia por considerarse la palabra infancia con connotaciones discriminatorias. Originalmente se entendía por infantes a los que carecen de su propia voz o los que no tienen voz.