3 octubre 2024

@Jey_21 en X.

Más allá del techo de cristal: el significado de la primera presidenta de México

El pasado 1 de octubre se llevó a cabo la transición oficial de poder en la Cámara de Diputados, un momento histórico para México. Durante la ceremonia, se entregó la banda presidencial después de seis años en posesión del —ahora— expresidente de la república. Sin embargo, lo que marcó este evento fue que, por primera vez en la historia del país, el poder fue transferido a una mujer.

En su discurso de toma de posesión, la presidenta Claudia Sheinbaum dedicó unos minutos a agradecer y reconocer la labor de AMLO durante su mandato, destacando que esta transición no habría sido posible sin el inicio de una nueva era en la democracia mexicana. A continuación, presentó brevemente los temas prioritarios de su agenda para los próximos seis años, como la educación, salud, seguridad, infraestructura, conectividad, la continuidad del modelo de desarrollo y la urgente necesidad de enfrentar la crisis climática.

Sheinbaum también mencionó los programas sociales que continuarán y los nuevos que surgirán en su administración. Uno de los más destacados es la pensión para mujeres, con el objetivo de reconocer el trabajo doméstico y de cuidados que han realizado sin remuneración. En otro momento clave de su discurso, la presidenta subrayó que su llegada a la presidencia representa un hito histórico para el país, afirmando que: “No llego sola, llegamos todas”. Con esta frase, aludió al concepto del techo de cristal que, en la teoría feminista, describe las barreras invisibles que enfrentan las mujeres para alcanzar el poder y cómo se les exige más que a los hombres para demostrar su valía.

Además, Sheinbaum dedicó unas palabras a todas aquellas mujeres que no suelen estar en el foco de atención pública, mencionando a las amas de casa, abuelas y trabajadoras del hogar, entre otras. Este mensaje, más que delinear una agenda de género específica, ofreció un momento simbólico y crucial en la vida pública del país: el reconocimiento de las mujeres anónimas, cuyas luchas han sido fundamentales para reclamar el lugar que históricamente se les ha negado.

No quiero decir que todas las brechas de género se cierran con este triunfo, ni que los problemas que enfrentamos las mujeres desaparecerán como por arte de magia. Lo que quiero resaltar es que, si en algo tiene razón la presidenta, es en que su llegada al poder no hubiera sido posible sin la lucha diaria de todas las mujeres desde sus diferentes ámbitos. He leído diversas columnas de opinión y visto comentarios en redes sociales que se han enfocado en desacreditar su discurso, criticando a los colectivos que no mencionó o señalando errores comunicativos. Este tipo de actitudes siguen replicando la lógica patriarcal: medir a las mujeres con una vara más alta, exigiéndoles lo que a los hombres no solo no se les pide, sino que se les justifica y tolera.

Esto no significa que no debamos exigirle que cumpla con las responsabilidades que su cargo demanda. Sin embargo, el hecho de que hoy se discutan públicamente las omisiones en un discurso refleja un cambio en la vida pública que hace seis años era impensable. Debemos seguir vigilantes de la agenda real más allá de las palabras, ya que es cierto que una mujer en el poder no garantiza automáticamente una perspectiva de género. Pero también debemos ser cautelosos de no caer en la tentación de discursos acríticos que, sin quererlo, perpetúan la misoginia y fortalecen las barreras que aún enfrentamos para romper el techo de cristal.