Mauricio Mascaro @maupmascaro en IG
Mi rutina diaria consiste en despertarme junto con mi esposo y mi hijo, desayunar y alistarnos. La entrada a la escuela de mi hijo es a las 9 am. La entrada a nuestro trabajo (que es remoto) es a las 9 am. Por esa razón llevamos a nuestro hijo unos 15 o 20 minutos antes: para poder regresar a tiempo a la primera videollamada del día. A veces vamos los tres y a veces sólo va a dejarlo uno de los dos. Por la tarde, la salida de la escuela es a la 1 pm, nuestra hora de la comida es hasta las 2 (o 3 si es que a esa hora nos propusieron alguna llamada). La negociación de quién puede ir o no a recogerlo es todos los días. Desde la 1 pm hasta las 6 pm, horario en que termina la jornada laboral para ambos, malabareamos entre atenciones necesarias de supervivencia y atenciones necesarias de juego y presencia con todas las obligaciones que tenemos como personas trabajadoras de tiempo completo.
La rutina que menciono podría verse como un privilegio, al tener la oportunidad de estar en el mismo espacio físico que nuestra cría, pero al mismo tiempo, empatarlo con las necesidades de cuidados, representa un reto de logística. Los resultados son dos personas adultas completamente agotadas, cuya jornada de cuidados es extenuante y jornada laboral muchas veces incompatible con dichos cuidados.
Hace no mucho, conversaba con una doctora que me atendió (quien tiene una formación feminista) y, ante un diagnóstico de deficiencia de hierro y fatiga crónica, me comentó que necesitaba renegociar mejor con mi pareja. No obstante, lo que noto desde mi perspectiva, y a la par de los datos, es que más allá de la corresponsabilidad, el tiempo de todas las personas adultas es poquísimo en el mundo. Que la demanda de las horas de trabajo es en la realidad muchas veces más que 8 horas diarias. Y que, incluso si consideráramos la jornada de 8 horas como un hecho, somos uno de los países que más horas al día trabaja en el mundo. De acuerdo con la OCDE, México lidera el número de horas trabajadas en América Latina.2
El año pasado, al tiempo de la discusión sobre el aumento del número de días de vacaciones (cuya propuesta fue aprobada), se puso sobre la mesa la necesidad de reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas a la semana. Esta iniciativa hizo fruncir el ceño al empresariado mexicano quienes argumentan que su capital está en riesgo a causa de darnos trabajo a todas y todos y que esto cada vez tiene menos incentivos.
Sólo ateniéndonos a la cuestión del tiempo, regresando al ejemplo sobre mi propia vida, aún en el privilegio del trabajo remoto, el tiempo es insuficiente y no empata con el cuidado de la vida de una persona dependiente como lo es mi hijo. La corresponsabilidad, incluso en este escenario, no alcanza para conciliar esto con el uso de mi tiempo y la sostenibilidad de esto con mi salud —como ya se hizo evidente en mi diagnóstico—. Entonces, ¿qué se hace?
Haciendo a un lado la opinión de la oligarquía, hay que poner en el centro una cuestión relevante: ¿qué tanto necesitamos producir? Si bien es cierto que el sistema capitalista es muy importante hacerse esta pregunta en términos económicos, también es necesario ir cambiando la pregunta en otras claves en las que reconozcamos que las y los humanos necesitamos cuidarnos para existir, que para ello requerimos tiempo y que el tiempo que tenemos es finito. Desde este punto, podríamos entonces preguntarnos: ¿cuánta vida nos cuesta la cantidad y forma en la que producimos?
Por el momento, la única respuesta que viene a mi mente es seguir presionando a que temas como la reducción de la jornada sigan formando parte de la discusión pública. Incluso de manera mucho más insistente en el contexto de la entrada de un gobierno que se sigue autoproclamando de izquierda. El próximo 1 de septiembre se realizará, promovida por diferentes organizaciones y colectivos que han estado incidiendo para que este tema no se quede en el tintero, una marcha en la Ciudad de México. Este puede ser, de nueva cuenta, el momento clave para sacar de la congeladora la urgente necesidad de reducir la jornada laboral en nuestro país.
1 Título inspirado en la consigna retomada de movimientos laboristas anticapitalistas alrededor del mundo.
2 El país de América Latina donde se trabaja más horas en el mundo: supera a Estados Unidos y España | lrtmus | Estados Unidos | La República (larepublica.pe)