Javi Hope en Flickr.
A pesar de los intentos revolucionarios por conseguir una efectiva y sustantiva representación de las mujeres en vertical, horizontal y transversal, no se ha logrado del todo. No se ha logrado obtener lo que por derecho nos corresponde, que no son privilegios, sino lo justo.
Para poder participar dentro de la esfera política o en cualquier otro ámbito, nos topamos con los techos de cristal y el piso pegajoso, ¿qué quiere decir esto? Los techos de cristal son las barreras que imposibilitan a que una mujer alcance puestos de alto nivel en dependencias u organizaciones, debido a los prejuicios y al estigma que considera a las mujeres como “el sexo débil” o “dominadas por sus emociones”. Una buena parte de la sociedad, nos piensan como un ser inferior y dan por hecho que carecemos de la capacidad para hacer determinado trabajo o funciones que requiere un puesto de primer nivel. Lo anterior, es producto del fuerte arraigo que tiene la cultura androcéntrica en nuestras sociedades, donde el hombre es el único con derecho ejercer el poder.
El piso pegajoso es, por otra parte, la práctica de asumir en automático que hay ciertas tareas que “debe hacer una mujer”, como si fueran únicamente su obligación y responsabilidad. Algunas de esas tareas son el trabajo doméstico y el cuidado de los integrantes de la familia. Según datos de el INEGI, en promedio, las mujeres dedican 28.8 horas mientras que los hombres sólo el 12.6 horas a los trabajos de cuidados. Esto significa que las mujeres asumen un 20.6% más de hora en atender la carga de trabajo en el hogar y , además, el 65% de su trabajo total se integra por labores no remuneradas en el hogar.
¿Cuantas de nosotras nos vemos en la disyuntiva de decidir entre seguir creciendo profesionalmente o dedicarnos a nuestra familia? Aunque varias hacemos ambas (pero con un ritmo de locos), asumimos los costos que ese ritmo de vida representa en nuestro descanso y salud. Muchas mujeres optan por dedicarse a la familia con la idea adoptada de “yo elegí no trabajar y estar al 100% con mi familia” ¿Pero realmente es una elección? ¿O más bien nos orillan a tomar ese camino?
A las mujeres se nos exige un esfuerzo triple para poder llegar a un desarrollo profesional y político y, encima de todo tenemos que lidiar con los estereotipos que se nos adjudican y con la terrible brecha salarial: hacemos los mismos trabajos pero nos pagan menos de lo que le pagarían a un hombre.
¿Se ha avanzado? Muy poco y a costa de mucho. Debemos continuar resistiendo e insistiendo que la perspectiva de género se debe transversalizar e institucionalizar en todos los ámbitos de la vida pública, cargos políticos o directivos; erradicar la desigualdad de género; garantizar ambientes laborales libres de violencia y discriminación; paridad y conciliación de la vida laboral y familiar; participación e involucramiento en la misma medida de ambas partes de la pareja y responsabilidad mutua. Parece utópico pero podemos lograrlo.
No es una lucha en contra del sexo masculino, sino contra la cultura de superioridad arraigada en la sociedad. Lo que buscamos es la igualdad de oportunidades por el simple hecho de que todos y todas somos humanos. Si eso no fuera razón suficiente, una sociedad igualitaria trae consigo economías fuertes y sociedades estables.