9 mayo 2025

Quien juegue a perderte, déjalo ganar

¿Cuántas de nosotras hemos cometido el error de rogar o pedir que alguien se quede? Muchas ni siquiera tenemos el valor de reconocerlo. A menudo evitamos hablarlo o decirlo porque nos avergüenza. Y eso no distingue sectores ni exime a nadie por ser más estudiada, feminista o tener cierto estatus económico o social. Esta situación es resultado de múltiples factores.

Puedo atreverme a decir que la mayoría de las mujeres afirmamos: “jamás le rogaría a mi pareja que se quede”. Sin embargo, no consideramos que, en el desarrollo de una relación tóxica e inestable, vienen implícitos muchos tipos de violencia que amedrentan nuestra personalidad, carácter y juicio. Sin darnos cuenta, entramos en el famoso círculo rojo de la violencia: te lastima, te suelta, te dice que cambiará, le crees, das otra oportunidad, y te vuelve a lastimar. Pero ahora ya hay un apego emocional, una costumbre, una codependencia. Fueron tantas las veces que te menospreció, que inconscientemente crees que es verdad. Sientes que no puedes estar sin esa persona.

A eso, sumémosle el entorno social del cual te alejó: familia, amistades, y probablemente no cuentes con redes de apoyo. Todo bajo el argumento de que “no necesitas a nadie más”, que “él es tu familia”. ¿A poco no te suena conocida esa frase? Y, para colmo, la cereza del pastel: una crianza machista y opresora que muchas de nosotras todavía arrastramos. Especialmente quienes ya estamos casadas o en concubinato, con hijos. La familia o la sociedad te marcan que tu deber es seguir con esa persona “por los hijos”, por “mantener la familia”, como si esa responsabilidad fuera sólo tuya, incluso si eso significa perderte a ti misma, tu dignidad, tu orgullo... hasta la vida.

Aun cuando la pareja ya no quiera estar contigo, tú “deber” es buscarlo, insistir, lograr que se quede. Esa es la peligrosa enseñanza aprendida. Y cuando caes en esa falacia, duele. Duele mucho. Pero la verdad es que no necesitas rogarle a nadie que se quede. No necesitas recordarle a nadie lo valiosa que eres, ni hacerle notar lo afortunado que es por la familia que le diste. Ni que gran parte de lo logrado se debe a ti. Porque tú eres la base. Caer en esa falacia solo alimenta el ego y el falso valor de alguien que, en realidad, no vale nada. Alguien que no sabe lo que quiere y que, ante cualquier conflicto, elegirá soltarte para que tú te calles y toleres todos sus malos tratos.

Por eso es vital tener redes violetas, formación con perspectiva de género, y, sobre todo, reafirmar las “AAA”: Autoestima, Autocuidado y Autoconocimiento. Estas herramientas te colocan del otro lado, en un lugar seguro. Apostar por tu salud mental jamás será una mala decisión.

Sé que da miedo. Sé que la ansiedad y el temor a estar sola bajo ese mar de responsabilidades, sobre todo cuando hay hijos de por medio, pueden ser abrumadores. Pero, ¿quién dice que no te espera una vida mejor? Una sin alguien que te haga sentir que no vales, que te suelte cada vez que quiere porque no sabe trabajar en sus errores, ni reconocerlos, mucho menos ofrecer una disculpa.

Quien juegue a perderte, déjalo ganar.

Sobre la carga de responsabilidades: ¡amiga!, ¿acaso no cargas tú sola con todo, incluso estando con él? ¡Y claro que puedes sola! Y algo aún más importante, especialmente si hay hijos: la estabilidad emocional de la madre es crucial, porque tú eres el cuidador primario. Si tú estás bien, tus hijas o hijos también lo estarán. Les brindarás un entorno seguro.

¡Y ojo! No siempre es amor. Muchas veces es solo miedo a estar solas. Esa peligrosa idea de mantener “una familia” con papá y mamá juntos porque creemos que eso es lo mejor para nuestros hijos. Y sí, no digo que no se apueste por la familia. Lo que digo es que familia es donde hay amor, donde puede haber diferencias, pero los adultos se comunican y buscan soluciones juntos. Porque valoran ese tesoro que construyen: el hogar.

Pero si, en cambio, tienes a tu lado a alguien incapaz de ver al mujerón que tiene, que ante cualquier situación adversa decide soltarte como única forma de resolver los conflictos, ¡amiga, ahí no es!

Al principio duele, pero el tiempo hará lo suyo. Como dice Shakira:
“Ya vas a ver cómo van sanando poco a poco tus heridas,
ya vas a ver cómo va la misma vida
a decantar la sal que sobra en el mar”.

Leí por ahí que se necesitan 28 días para adoptar una nueva vida. ¡Hazlo tú! Baila, estudia, haz ejercicio, retoma lo que dejaste, prueba nuevas actividades, y deja que el tiempo haga su trabajo. Como también canta Shakira:
“Voy a curarte el alma en duelo,
voy a dejarte como nuevo,
y todo va a pasar.
Pronto verás el sol brillar.
Tú, más que nadie, mereces ser feliz”.

Y cuando estés como nueva, seguramente el cucaracho querrá volver. Porque también él estará viviendo su proceso bajo esa bonita lupa de “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”.

Amiga, no olvides que ahí ya no es. No olvides lo que te costó. El pasado, pisado.