En los Juegos Olímpicos de París 2024, la atleta Allyson Felix, en colaboración con marcas como Pampers y el Comité Olímpico Internacional (COI), establecieron la primera guardería en la Villa Olímpica con el objetivo de garantizar un espacio seguro para la lactancia, extracción de leche y para pasar tiempo con sus hijas e hijos. Con esta acción, se reconocieron las necesidades de las mujeres que son madres y que también están clasificadas para participar en la competencia. Antes de estos Juegos Olímpicos, las mujeres se veían forazadas a resolver en forma individual o con sus familias todo lo relacionado con la crianza para poder continuar con sus sueños olímpicos.
Claudia Lizaldi (una actriz y presentadora) comentó en una entrevista que había dado pecho a sus hijos durante aproximadamente tres años, a lo que el entrevistador reaccionó con una expresión de sorpresa y cuestionando si ese tiempo era algo “normal”. Claudia le dio una serie de explicaciones ante su incredulidad, pero la que más se me quedó grabada fue cuando ella dijo: “normalicemos lo normal, lactar mucho tiempo es normal”. Sus palabras resonaron profundamente en mí al verme reflejada en esa misma necesidad de convencer al de enfrente sobre la decisión de amamantar a mi hijo por tres años.
Muchas cosas se dicen sobre la lactancia materna, pero desde que soy madre, hay una cuestión que no deja de rondar mi mente: ¿Lactar es un derecho? Y, de ser así, ¿de quién es ese derecho? Hay que reconocer que esta discusión tiene muchas aristas. Por un lado, se encuentra la supervivencia humana, dado que, antes de la existencia de las fórmulas lácteas, la humanidad simplemente no hubiera subsistido como especie. Por otro lado, se encuentra el esfuerzo que implica para las mujeres lactar. Desde reconocer que el acto corpóreo implica un desgaste significativo, hasta el impacto económico por el tiempo dedicado a la actividad.
Una “alternativa” que propone la industria de la alimentación es la sustitución (o complementación) de la lactancia con fórmulas lácteas. Lo cual sin duda supone una alternativa para quienes por diversas razones no han podido establecer la lactancia, pero también se posiciona como una posibilidad de elección para las mujeres que estamos inmersas en el mercado laboral. Dejando de lado el primer supuesto, propongo centrarnos en quiénes sí han podido establecer lactancia, pero no cuentan con los entornos habilitantes para hacerla lo más extensa posible, por presión de continuar con el ritmo propuesto por el mercado laboral.
De acuerdo con la OMS, la lactancia materna exclusiva es lo más recomendable durante los primeros 6 meses de vida. No obstante, en México las mujeres tenemos únicamente una duración de permiso de maternidad de 12 semanas (84 días). Estos pueden tomarse seis semanas antes del parto y seis semanas después del parto. Pero he sido testigo —y yo misma he experimentado— el tener que negociar este tiempo para extender lo más posible la estancia con la o el recién nacido, incluyendo vacaciones u otros días disponibles. Durante este lapso, las mujeres debemos prepararnos para el nacimiento (ya sea por parto natural, con medicamentos o cesárea), sobrevivir al post parto y establecer la lactancia materna. Posteriormente, se cuenta con 1 hora al día para amamantar o extraer leche en el centro de trabajo, lo cual casi siempre ocurre en espacios muy poco propicios para la higiene del alimento o que, por su falta de comodidad, inhiben la producción de leche.
Normalizar la lactancia materna implica mucho más que lograr que los bebés sean amamantados exclusivamente durante los primeros seis meses de vida. Es fundamental reconocer que la lactancia aporta beneficios esenciales para el desarrollo neuronal de las niñas y los niños, contribuyendo al establecimiento de una conexión amorosa entre madres e hijos. Este vínculo no sólo fortalece la relación afectiva, sino que también ayuda a prevenir la depresión postparto y reduce el riesgo de cáncer de mama, entre otros beneficios para la salud de las madres y de los recién nacidos.
Normalizar lo que es natural requiere reconocer que el periodo en que las niñas y los niños necesitan cerca a sus madres —y también a sus padres— no se limita únicamente al tiempo del permiso de maternidad. La lactancia materna es insostenible sin el apoyo adecuado y los permisos de paternidad que, incluso con las extensiones actuales, son insuficientes para respaldar plenamente este proceso. Además, los espacios de trabajo deben adaptarse para ofrecer lugares propicios para la extracción de leche y otras opciones como el teletrabajo o los horarios flexibles, que faciliten a las madres conciliar su vida laboral con las necesidades de sus hijas e hijos durante el periodo de lactancia. Es alentador ver que en el 2024 hay iniciativas como la de Allyson Félix para las atletas olímpicas, pero también es importante no olvidar que estas condiciones necesitan mejorar para el grueso de la población porque, a pesar de los avances, aún nos encontramos con políticas laborales poco flexibles que no ayudan a que esta lactancia se prolongue todo lo necesario para las niñas y los niños.