28 febrero 2025

No se nace mujer, se llega a serlo

Esta frase es muy conocida entre nosotras, las feministas, pero considero que aún falta comprenderla a profundidad. Simone de Beauvoir la dio a conocer en su obra El segundo sexo (1947), y hasta la actualidad nos revela una verdad absoluta.

A lo largo de la historia, un conjunto de normas, creencias, ideas, estereotipos, patrones y roles ha marcado y moldeado lo que "debe" ser una mujer y un hombre. Sin embargo, esta frase busca resonar en nuestra mente, impulsarnos a analizarla, reflexionarla y asimilarla poco a poco para entender su verdadero significado.

Dicho esto, abordaré un punto que puede causar una tremenda gastritis o una alteración de nervios, por lo que aconsejo tener a la mano un omeprazol y un té de valeriana.

En el ámbito público y, sobre todo, en el político —que van de la mano—, la lucha feminista ha logrado que las mujeres participemos en política, que exista la paridad y que se eviten casos como el de las mal llamadas “Juanitas”. Y digo "mal llamadas" porque no fue una estrategia planeada por mujeres, sino por hombres, pero esa será otra historia para otro artículo.

Desafortunadamente, nuestra lucha violeta también ha sido utilizada como bandera, como moda o como un “requisito más” para acceder a puestos de poder sin la mínima formación en perspectiva de género. Es decir, y siendo concisa: ser mujer no garantiza automáticamente un actuar en favor de nuestro género. Desde sus trincheras, algunas deberían ayudar a la lucha, ser base y respaldo para alzar la voz contra las injusticias; sin embargo, en muchos casos ocurre lo contrario. Hay quienes son incluso violentadoras de su propio género, cero sororas y carentes de empatía.

Seguramente algunos hombres dirán: “¡Es que no hay mujeres que quieran entrarle a la política! ¡No saben desenvolverse, son frágiles y les temen a esta esfera política tan dura!”. Niego rotundamente estas descalificaciones. Habemos muchas mujeres. No estamos escondidas. Somos conocidas, luchadoras y con una formación violeta indudable. Pero la política es el sistema más contaminado de machismo, y las acciones afirmativas y los bloques de competitividad que hemos logrado están siendo utilizados como moneda de cambio para intereses personales. Así, se colocan mujeres sin ningún compromiso moral con la historia de nuestras antecesoras, con nuestro presente ni con nuestro futuro. Y debemos denunciarlo.

Sin embargo, esto no ocurre solo en la política. En nuestra vida diaria también vemos mujeres violentando a otras mujeres o usando las leyes —creadas para impartir justicia y no para la venganza— con tal de obtener ventaja, sin importar si tienen razón, solo por el hecho de escudarse en su condición de mujer.

El feminismo no es una moda ni una indumentaria (bandera, moño o pañuelo morado). El feminismo nos forma, nos deconstruye y nos hace fuertes, pensantes y justas.