13 septiembre 2024

Madrastras

¿De verdad somos las madrastras las más malas? Desde niñas nos han enseñado, a través de películas de Disney, caricaturas y novelas, que las madrastras somos seres poco confiables, sin sentimientos y dañinas. Pero considero que esto es solo una fama mal construida y es necesario reivindicar esta posición.

Madrastra es el término que se utiliza cuando eres la pareja de una persona que tiene hijos o hijas de una unión anterior. Sin embargo, si hacemos una búsqueda rápida de la definición en la RAE, encontramos que textualmente dice: “Madre que trata mal a sus hijos”. ¡Qué barbaridad! No nos dan el beneficio de la duda. Soy consciente de que hay casos desafortunados en los que se da ese maltrato, pero también hay otra realidad en la que no es así.

Las madrastras llegamos a la vida de nuestra pareja aceptando su pasado y lo que ello conlleva, con el objetivo de construir una nueva familia, considerando todo como un solo conjunto, sin distinciones ni discriminaciones. Sin embargo, vivimos bajo el constante estrés que genera el estigma que pesa sobre nosotras. Para hablar y actuar, debemos pensar más de dos veces, con el fin de evitar malinterpretaciones, ya que nos ponen entre la espada y la pared. Creamos vínculos, lazos, compartimos momentos, damos cariño, somos atentas, cuidadosas, amorosas, realizamos actividades y detalles como si fueran nuestros propios hijos o hijas, y aun así, nos señalan como “ejercedoras de violencia vicaria”, bajo la premisa de que intentamos usurpar el lugar de la madre, aunque esa no sea nuestra intención. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Cómo nos comportamos? ¿Qué es lo que se espera de nosotras?

Muchas veces, no es realmente nuestro actuar con los hijastros o hijastras lo que preocupa, sino que se utiliza nuestro rol de madrastras para descargar una serie de sentimientos de dolor, odio y coraje que aún guardan hacia la ex pareja. Utilizan la convivencia con nosotras para desacreditar, lastimar y tratar de desintegrar el lazo y el ambiente familiar armónico que estamos intentando crear, incluso a costa del bienestar emocional de los hijos e hijas. No dudo que haya situaciones que hayan llevado a la separación, pero ese es un tema que deben resolver y cerrar los adultos. Recuerda, se divorcian el papá y la mamá, no las hijas o hijos; no es correcto ni saludable utilizarlos como rehenes.

En México, 33 de cada 100 matrimonios terminan en divorcio, y en el 48.4% de los casos de menores se otorga la custodia compartida, según el INEGI. Es lamentable la cifra, porque todos quisiéramos que los matrimonios fueran duraderos, pero en algunas situaciones difíciles y complicadas es necesario tomar esa decisión. Por ello, siempre debemos anteponer el bienestar de nuestras niñas y niños. No apliquemos la alienación parental ni el ejercicio abusivo de la tenencia o guarda; conduzcamos su proceso de manera saludable.