27 junio 2024

Oink (Ellos verán tu ojo), Leonora Carrington, 195

La verdad como instrumento: el declive de la intelectualidad salinista y los peligros de la posverdad

Jorge Castañeda, Denise Dresser y Héctor Aguilar Camín comparten su desprecio por la verdad y la honestidad intelectual. Ellos, junto a decenas de personajes públicos, optaron por hacer propaganda con base en fantasías, difamaciones y narrativas artificiales. El resultado: la derrota electoral más contundente de lo que llevamos de siglo.

Parece que los millones de dólares que invirtieron, no sólo en la campaña oficial, sino en las estrategias de manipulación en redes sociales y las columnas pagadas en los grandes medios, no surtieron el efecto esperado. En lo que bien podría ser uno de los más grandes fraudes en la historia política de México, cada columna, artículo de opinión, entrevista y declaración firmadas por los intelectuales que alguna vez fueron considerados las lumbreras de México, resultaron en pifias insalvables y son evidencia irrefutable de una incapacidad brutal de análisis político y una ineptitud para el juego político de proporciones titánicas.

Increíblemente, el golpe de realidad parece que no fue suficiente para que corrigieran el rumbo. ¿Qué razonamiento está detrás de tal necedad? Nada más y nada menos que la creencia de que vivimos en la era de la posverdad, la cual se caracteriza por la manipulación de la información o la creación de narrativas que apelan a las emociones y los prejuicios de las personas más que a la precisión factual.

Manipular la información con fines políticos o bélicos no es nuevo. Ese tipo de propaganda se utilizó, por ejemplo, durante las guerras mundiales. Sin embargo, en el siglo XXI ha adquirido mayor relevancia debido a las redes sociales. El punto cumbre del uso de la posverdad con fines políticos ha sido el fenómeno Trump; su triunfo en 2016 se debió en gran medida al uso frecuente de declaraciones controvertidas y falsas. Trump aprovechó las redes sociales y medios alternativos para comunicarse directamente con su base, evitando los filtros de los medios tradicionales. Apeló emocionalmente a los votantes descontentos y generó una dinámica donde la conexión directa con el candidato estuvo por encima de la veracidad factual. Esta estrategia exacerbó la polarización y la desconfianza en las instituciones, permitiendo la distorsión de la percepción y la preponderancia de las emociones sobre los hechos verificables en la política estadounidense.

En México, los y las fieles seguidoras de la democracia liberal (en la que debería primar la transparencia, la verdad objetiva y el debate informado) vieron en el triunfo de Trump no una aberración y un nuevo riesgo a la democracia, sino un ejemplo a seguir.

Con Trump en la mente, las y los estrategas y promotores de Xóchitl Gálvez, implementaron una campaña que apeló solamente al enojo y descontento de los, ya de por sí, decantados por la panista. ¿A qué se debió el resultado tan diferente entre Gálvez y Trump? La respuesta es, sin duda, que la mayoría de las y los electores perciben que Andrés Manuel López Obrador ejerció la presidencia del país de una manera positiva. La experiencia del grueso de la sociedad no empató en lo mínimo con la imagen de destrucción y crisis que quisieron insertar.

La elección del 2 de junio demostró una de dos cosas: que la posverdad no es aún admitida por la sociedad o que la derecha partidista y sus medios de información generan escaza confianza entre sus audiencias (o bien son un grupo muy reducido de personas quienes siguen informándose en esos espacios).

El punto nodal del asunto es que la metamorfosis que mundialmente están sufriendo las democracias liberales parece que culminará con la vuelta del fascismo (y su posverdad) a los gobiernos. No podemos tener una actitud de indiferencia ante tal fenómeno. Como defensa primaria debemos asumir una actitud intolerante a que los grupos de poder de derecha mexicanos sigan impulsando la charlatanería como estrategia política.

Reitero: para luchar contra fascismo mundial y su (aún) pequeño germen en México, el primer paso es luchar contra la desinformación y la manipulación que, además, demostró ser una pésima estrategia electoral. Si la derecha insiste en seguir usándola como plataforma política, tal parece que estarán alejados de los cargos de elección popular por varios lustros. Asegurémonos que así sea.