26 julio 2024

Castrela en Flickr.

El diario de una “mantenida”

Ante una sociedad de doble moral, una mujer debe trabajar como si no criara y criar como sino trabajara. Esta dinámica, casi nos cuesta la vida. Ante semejante maratónica situación, somos orilladas a ser “mantenidas”, por el hecho de soltar nuestro desarrollo profesional, incluso personal, para dedicarnos completamente al cuidado de la familia y del hogar.

Para la mayoría de los hombres, ser “ama de casa” es estar prácticamente de año sabático, de vacaciones, echar la flojera, no producir, ser la reina de la casa, que todo nos llegue sin sudar una gota de sudor o ser la ama del pobre hombre que tenemos trabajando como esclavo ocho horas. Nada más alejando de la realidad, el cuidado del hogar y la familia es un trabajo, sólo que no remunerado, no hay hora de entrada ni de salida, no hay vacaciones, es muy agotador y, aunque no lo parezca, somos las que más producimos ¿por qué? Porque nosotras generamos todas las condiciones para que el otro sin problema, sin preocupaciones, salga y se desarrolle profesionalmente, nosotras malabareamos con todo.

Un día siendo mantenida comienza aproximadamente a las 5:00 cuando la bendición quiere comer, 7:00 otra toma de comida y, si tenemos suerte, vuelve a dormir, pero si no significa levantarse para jugar y entretenerlo, cambiar la ropa, pañal, acomodar la cama, arreglarse rápidamente, una manita de gato para no dejar ver el cúmulo de horas incompletas sin dormir. Inmediatamente después la preparación de los desayunos, la limpieza del hogar (barrer, trapear, lavar baños, sacudir muebles, lavar ropa), todavía no haces digestión cuando ya debes empezar a preparar los alimentos para la comida, pero ¡ojo! No puedes ser mala madre, desconsiderada, desatenta, tienes que dedicar también tiempo a jugar con los hijos, ver un momento el televisor, pero no tanto, porque entonces te hace mala madre por usar pantallas para entretenerlos, pero si un poquito porque tampoco lo vas a privar de ver sus personajes animados ¡Uff! ¡Qué dilema!
Bueno, llega la siesta del hijo, automáticamente piensas “es mi momento Milky Way”, ¡pues no! Esos minutos apenas te da tiempo para levantar los juguetes, volver a acomodar la casa, y ¡zas! Despierta la bendición, otra vez, jugar, entretenerlo, bañarlo, darle su comida. Llega la tarde, créanme que salir hacer la despensa, compras, pagos de los servicios, idas al parque, por un helado, son nuestros respiros, nuestras distracciones, la llegada del esposo sí da un descanso, siempre y cuando tu pareja sea realmente tu equipo, se involucre voluntariamente en la crianza, cuidado y el hogar y no sólo se encasillé en que es el proveedor.

Llega la noche, como eres la ama y señora, nos podemos dar el lujo de pedir la compra de la cena, sí, es justo y necesario, aunque en realidad no se puede todos los días, hay días que toca preparar la cena y agarrar pilas porque la jornada nocturna para dormir a la bendición puede alargarse hasta la una de la mañana.

En fin, se dieron cuenta que no mencioné momentos donde comemos y bañamos o arreglamos, porque es nuestro pan de cada día el comer a destiempo, fría, bañarnos corriendo, y muchas veces sin arreglarnos, por eso, el impacto emocional en nosotras después de ser madres, es fuerte, antes y después, no nos reconocemos, pero no tenemos tiempo de detenernos ahí, pues hay otras prioridades, la familia, dejándonos hasta el final.

Y así es, en resumen, un día de ser felizmente mantenida.