Efra Tzuc
El cuestionamiento de las desigualdades de oportunidades entre mujeres y hombres sobre la opresión y discriminación hacia las mujeres nos remonta a la Grecia clásica, conocida como la cuna de la democracia. Esta época marcó una brecha de género no tan diferente entre la polis, ciudad-Estado, y el oikos, hogar; donde las mujeres fueron delegadas exclusivamente al cuidado del hogar, mientras que los hombres mantenían el control de las decisiones públicas y el estatus de ciudadanos.
La exclusión de las mujeres en la vida política es antigua; sus roles se enfocaban en la maternidad, crianza y cuidado familiar, sin acceso al estatus político, liderazgo, toma de decisiones o acumulación de riqueza, dentro del sistema patriarcal, que no es más que el dominio exclusivo del varón, donde el papel de la mujer carece de voz.
Virginia García documenta manifestaciones de mujeres en el 42 a. C. que buscaban posiciones políticas, pero fueron calificadas como "animales violentos y descontrolados" por llevar a cabo protestas callejeras en el antiguo mundo romano.
La misoginia y la idea de que las mujeres son por naturaleza inferiores han arrastrado a lo largo de la historia de la humanidad.
En México, las mujeres obtuvimos el derecho a votar en 1947 y, a nivel federal, en 1953. Sin embargo, aún quedaba mucho por hacer, ya que, aunque teníamos el derecho a votar, carecíamos de representación sustantiva y descriptiva, lo que nos mantenía subrepresentadas por hombres.
Por tal motivo, se implementaron las famosas cuotas de género, enmarcadas en acciones afirmativas en 1990. Este paso marcó otro esfuerzo hacia la búsqueda de nuestra paridad de género, no un privilegio, sino justicia. Este camino también incluye la lucha contra los hombres que no querían perder su dominio y poder, aprovechando las lagunas legales y aplicando estrategias solapadas a través de partidos políticos. Los verdaderos problemas son los dirigentes que maquinan, negocian y aplican tales estrategias, violando el derecho de las mujeres a una participación efectiva en la vida democrática del país, en términos de equidad, justicia y legalidad.
Un ejemplo es el mal llamado fenómeno de las Juanitas en 2011-2012, una estrategia pensada, diseñada y aplicada por hombres. Aquí, las mujeres fueron postuladas y, una vez en el cargo, se les pidió que renunciaran definitivamente para permitir el ascenso de hombres suplentes al poder. Esta situación llevó a que, para evitar burlas y fraudes legales, ahora, cuando un hombre propietario puede tener como suplente a otro hombre o a una mujer, si la propietaria es mujer, solo puede ser suplida por otra mujer.
La implementación de la paridad de género en México ha enfrentado muchos obstáculos. Otro caso es la postulación de mujeres en distritos con pocas posibilidades de triunfo, simplemente para cumplir con la paridad, aprovechándose de resquicios legales. Afortunadamente, se han implementado bloques de competitividad para evitar la simulación de paridad.
Sin embargo, a pesar de todas estas prácticas en favor de la paridad, para las mujeres que logramos ingresar al círculo político e incluso ser postuladas a candidaturas, el costo es alto. Esto incluye, en ocasiones, la pérdida de autonomía, donde las decisiones no son tomadas por las mujeres sino manipuladas por hombres o colectivos de hombres. Otro costo es la pérdida de integridad, ya que somos constantemente criticadas por aspectos superficiales como la vestimenta o el aspecto físico, en lugar de ser evaluadas por nuestra capacidad para gobernar y hacer política. Cuando una mujer logra ingresar a la esfera política, ya sea como aspirante o pre-candidata, se enfrenta a una serie de críticas que minimizan su ingreso, sugiriendo que su éxito se debe a una supuesta relación con algún político, en lugar de reconocer su experiencia, trayectoria y capacidad intelectual.
Definitivamente, parece que intentan marginarnos y obligarnos a retirarnos de la vida democrática, esperando escuchar de nosotras un "no estoy lista" o "los hombres son los únicos ideales para la política", como si la política y la ciudadanía tuvieran género masculino.
¡No! La clave, mujeres, es resistir e insistir en lo que por derecho nos corresponde: capacitarnos, formarnos y tejer redes que nos permitan apoyarnos, impulsarnos y crear conciencia. Las mujeres informadas representamos un desafío para las mentalidades cerradas, autoritarias y machistas.