Hola, me presento: soy una madre arrepentida. Con esto no quiero decir que tenga momentos de desesperación, que me arrepienta de gritarle a mi hijo y, al momento siguiente, declare que soy la mamá más feliz del mundo. Eso es parte de la ambivalencia de la maternidad que todas vivimos.
Una madre arrepentida somos todas aquellas mujeres que, si tuviéramos el poder de regresar el tiempo, elegiríamos no ser madres. Y no se confundan: siento un amor loco y desenfrenado por mi hijo. Entiendo que muchos dirán que ambos sentimientos no pueden coexistir y me llamarán egoísta, mala madre, entre otras cosas. Pero muchas se sentirán identificadas.
Bajo el precepto de que lo que no se nombra no existe, espero que esto ayude a muchas mujeres a reconocerse, a validar sus emociones y a saber que no están solas.
Al principio, muchas elegimos libre y emocionadamente ser madres. Pero, ¿es posible mantener esos sentimientos de felicidad y satisfacción a lo largo del tiempo? Reitero que ser madre arrepentida tiene que ver con los roles que se nos imponen sobre la maternidad, y no con el amor hacia nuestros hijos. Además, son las circunstancias particulares de cada una las que llevan a sentirse así.
Estaba dando el siguiente paso en mi desarrollo profesional cuando decidí embarazarme. La respuesta de mi superior —un hombre— fue que tomara un descanso y disfrutara de la “mejor” etapa de mi vida; que aprovechara lo que él no podía. Implícitamente, sugirió que, por ser hombre, debía ser el proveedor y no el cuidador.
La verdad es que no ha sido la mejor etapa de mi vida. Mi abuela solía decirnos que, una vez siendo madres, jamás volvemos a dormir ni a descansar igual. Y no es sólo eso: renunciamos al avance en nuestra trayectoria laboral, algunas a su salud mental, al tiempo para una misma, para mantenerse en forma, y a muchas cosas más.
Aun con estos sentimientos, hago lo mejor que puedo por mi hijo. Me importa, lo amo. Leemos juntos, le doy la mejor educación que puedo, salimos, nos divertimos, voy a terapia. Pero, al mismo tiempo, odio las restricciones que acompañan a la maternidad; odio que me digan que tener hijos es lo mejor que me puede pasar, que si de algo me he de arrepentir, es de no haberlos tenido. Pero, principalmente, odio que muchas no puedan expresar libremente estos sentimientos debido a su educación, a que la sociedad juzga y no hace el intento por darles el apoyo que necesitan para abordarlo de una forma que sea buena para todas y todos.
Este texto no se trata de alarmar ni de persuadir a las mujeres de no tener hijos. No es un discurso antimaternal. Es una de las tantas historias que atravesamos las madres, y la cuento con el objetivo de visibilizar el tema y que las mujeres se sientan acompañadas. Pero, sobre todo, para que aquellas que aún no han sido madres puedan hacer una elección realmente libre y consciente.