En la entrega anterior ofrecí un relato que pudo haber sucedido en el sur del país hace algunas semanas. Pero una historia similar se está desarrollando hoy mismo y se desarrolló ayer. Mañana, la degradante odisea de miles de individuos no será muy diferente. La geografía de nuestro país está plagada de lugares donde las personas migrantes del Sur Global son acosadas inescrupulosamente por los representantes del Estado mexicano.
Por tanto, detrás de la apariencia anecdótica de este relato, podemos encontrar elementos valiosos para entender una parte importante del calvario que miles de seres humanos experimentan diariamente al tratar de atravesar el territorio mexicano. Lo que aquí se presenta no es, lamentablemente, un conjunto de casos aislados, sino una fotografía de las violencias estructurales que el Estado mexicano ha incentivado a través de sus políticas migratorias.
Si las violencias que afectan a los migrantes se presentan de forma sistemática, ello se debe a que existen factores estructurales que incentivan este tipo de violencias. No es gratuito, por tanto, que instrumentalizar a los migrantes se haya convertido en un lugar común.
Por ejemplo, si en EUA el tema migratorio ha adquirido una atención mediática desproporcionada, ello se explica en gran medida por el peso de los intereses electorales. Si la migración se encuentra hoy en el centro del debate público es porque los políticos profesionales han descubierto que pueden instrumentalizar a los migrantes, ya sea como una potencial clientela política o como un fantasma indeseable capaz de movilizar a sus bases. Si demonizar a los migrantes es parte esencial del discurso conservador es porque esta narrativa ofrece réditos en términos electorales. Para los políticos profesionales en EUA, los migrantes son un medio, no un fin.
En México ocurre algo similar. Aunque la instrumentalización es diferente, los migrantes son también un medio para las autoridades mexicanas.1 Es difícil calcular cuánto dinero se embolsan diariamente los agentes del orden que ordeñan a los migrantes del Sur Global, pero es un negocio innegablemente jugoso. Los agentes migratorios saben elegir muy bien a sus presas: no extorsionan a los europeos, quienes eventualmente podrían recibir la asistencia de sus gobiernos y la cobertura de los medios, sino a los centroamericanos y sudamericanos con un estatus migratorio “irregular”. El funcionario mexicano sabe bastante bien que estas irregularidades, así como el hecho de que estos migrantes desconocen las leyes mexicanas, los hacen presas particularmente fáciles. Además, saben muy bien que muchos de estos migrantes cargan dinero “suficiente” para llegar hasta la frontera de los EUA. Si quieren llegar al norte, los migrantes saben que deben de llevar dinero extra para corromper a los funcionarios y a las mafias locales. Si las olas migratorias recientes se han convertido en una bendición para los funcionarios mexicanos es precisamente por todos los recursos que de ellas se pueden extraer. Si las revisiones no son aleatorias ni basadas en evidencia, sino deliberada y cínicamente guiadas por criterios raciales, ello se debe en gran medida a que lo que se busca no es ordenar los flujos migratorios, sino esquilmar a los migrantes.2
El simple hecho de que los agentes migratorios discriminen a personas vulnerables con tanto cinismo es un síntoma del estado de la política migratoria nacional. Si una detención a partir de un perfilado racial tan burdo y desvergonzado se realiza en un camión de pasajeros frente a decenas de testigos, resulta evidente que a los encargados de implementar la política migratoria nada les importan la dignidad y los derechos humanos. A lo mucho, éstos les resultan un trámite incómodo, pero del cual les resulta bastante sencillo sustraerse.
Es imperativo señalar que todo lo anterior equivale a decir que no existen ni canales efectivos para que las personas migrantes denuncien los abusos de los que han sido víctimas, ni existen protocolos adecuados que limiten los abusos futuros. Estos son elementos mínimos que cualquier política migratoria respetuosa de los derechos humanos debería de incorporar (cómo desincentivar los abusos potenciales y cómo identificar los abusos efectivos).
Por supuesto, el racismo de los agentes del INM no es una novedad. El perfilado racial y la extorsión a los migrantes del Sur Global no son monopolio de Morena ni del PRI ni del PAN. Se trata de vicios que el Estado mexicano ha tolerado desde hace varias décadas.3 Este acoso no sólo ocurre en los autobuses de pasajeros, sino en los trenes de carga, en los aeropuertos internacionales y en muchas otras locaciones. Aún peor, no son sólo los agentes del INM quienes lucran con la desesperación de los migrantes, sino los miembros de otras corporaciones, tanto federales como estatales y locales.4
Pero es quizá el hecho de que éste mal sea añejo y conocido lo que más perplejidad causa al observar su afinidad con un gobierno que no ha cesado de jactarse de su autoridad moral. Además, si bien este problema es bastante viejo, no debemos de perder de vista cómo la instrumentalización de los migrantes ha evolucionado.
Pese a haberse presentado en campaña como un patriota que le pondría un alto a Trump, AMLO como presidente cedió dócilmente a las presiones estadounidenses y militarizó la política migratoria en perjuicio de las personas migrantes del Sur Global. Simultáneamente, AMLO utilizó al INM para profundizar la persecución de los migrantes. Pese a las promesas de salvoconductos y de trato humanitario, en los hechos los obstáculos que enfrentan quienes buscan llegar a EUA se han multiplicado. Ceteris paribus, multiplicar los puntos de control equivale a multiplicar las oportunidades de extorsionar a los migrantes. De forma similar, multiplicar el número de corporaciones involucradas en el control de los flujos migratorios equivale a multiplicar el número de potenciales extorsionadores. El relato aquí presentado y las estadísticas disponibles muestran que el respeto a los derechos humanos de las personas migrantes nunca ha sido una prioridad para el lopezobradorismo.
Los apologistas del régimen afirmarán que a AMLO no le quedaba de otra y que la estabilidad macroeconómica y las relaciones diplomáticas del país estaban en juego. Evitar el cierre de la frontera norte y un enfrentamiento diplomático con el gobierno de EUA ameritaba hacer ciertas concesiones. Sin embargo, valdría la pena preguntarse qué tan humanista es quien incluye la dignidad humana de las personas migrantes dentro de los factores que pueden ser sacrificados. ¿Qué tan humanista es quien acepta hacer miserables las vidas de cientos de miles de personas a cambio de complacer al gerente en turno del Imperio? Los sedicentes humanistas, aún a sabiendas de que el calvario de los migrantes se reproduce diariamente por millares, han preferido congraciarse con los líderes fascistoides que atizan la xenofobia.5 Y dado que los migrantes no votan, los migrantes no importan. Su sufrimiento es invisible para quienes sólo piensan en términos de clientelas electorales y para quienes están obsesionados con figurar en los libros de historia. Sin embargo, a cualquiera con un poco de empatía hay algo que debería de quedarle muy claro: La dignidad humana no puede ser una pieza prescindible en el tablero de la diplomacia, ni debe figurar entre los cálculos de quienes ambicionan un puesto de elección popular; mucho menos debe ser sacrificada en favor del legado de un individuo. La dignidad humana no se negocia.
1. No ahondaré aquí en la repugnante utilización de migrantes haitianos por parte del panista Santiago Taboada en las pasadas elecciones (https://www.jornada.com.mx/2024/01/04/capital/024n1cap). Por supuesto, esta instrumentalización electoral de las personas migrantes es indignante. Por fortuna, éste sí es un caso aislado (al menos hasta ahora).
2. Hace algunos meses, un grupo de estudiantes de Ciencias de la Comunicación se dio a la tarea de entrevistar a personas migrantes en Bahías de Huatulco, uno de los destinos turísticos más populares de la costa oaxaqueña. Esta ciudad se ha convertido recientemente en parte de la ruta que miles de personas del centro y del sur de nuestro continente recorren con tal de llegar a EUA. Quizá uno de los testimonios más indignantes recopilados en esta investigación es uno ofrecido por un migrante venezolano. Este hombre de no más de 40 años señala que, de todos los países que él y sus compañeros han cruzado, ha sido en México donde las autoridades les han puesto el mayor número de trabas para llegar a su destino. En sus palabras: “México ha sido, para nosotros los inmigrantes, el peor país para poder circular.” El documental producido por estos estudiantes puede consultarse aquí: https://youtu.be/2l10QSEpb70?si=UDrahThGsaFrFyS1
3. Si bien es imposible contar con un diagnóstico certero sobre la dimensión real del problema y su evolución, varios estudios han mostrado que la extorsión de las personas migrantes por parte de autoridades gubernamentales es una práctica generalizada. Entre otras organizaciones, la Red de Documentación de las Organizaciones Defensoras de Migrantes ha producido durante varios años valiosos informes que permiten aproximarse a esta problemática elusiva. Aunque el Boletín de Estadísticas sobre Delitos Perpetrados contra Personas Migrantes Irregulares en México elaborado por la Secretaría de Gobernación es otra fuente digna de mención, los expertos en materia migratoria han puesto en entredicho la fiabilidad de este instrumento debido tanto a su metodología como a la creciente desconfianza que los migrantes experimentan hacia las autoridades mexicanas.
4. Por supuesto, para entender a cabalidad el calvario que sufren los migrantes, no basta con mencionar las extorsiones por parte de funcionarios públicos. Entre los muchos obstáculos que enfrentan las personas migrantes debemos destacar los riesgos de cruzar la selva del Darién o las interminables extensiones desérticas en América del Norte, así como los innumerables peligros asociados al crimen organizado.
5. Recordemos que Trump es un hombre “fuerte” y “visionario” según López Obrador.