6 noviembre 2024

El Palacio Postal y la búsqueda de lo mexicano

El Palacio Postal o Quinta Casa de Correos, construido entre 1902 y 1907 es el producto de una moda artística que apareció en México y en el mundo occidental en la segunda mitad del siglo XIX. Esta moda, conocida como arquitectura historicista, inspirada por el sentimentalismo romántico y su nostálgico aprecio por lo antiguo, buscó revivir los estilos del pasado. Ejemplos mundialmente conocidos de esta moda son el Palacio de Westminster (el edificio que hospeda el parlamento inglés) con su estilo neogótico y la Basílica del Sacré-Cœur en Montmartre con su mezcla de elementos neobizantinos y neorománicos.

Estrechamente ligado con esta moda de tintes románticos, el Palacio Postal porfiriano buscó revivir el estilo plateresco, un estilo que se desarrolló en Europa a finales del siglo XV, y que fue exportado a la Nueva España por los colonizadores europeos. El plateresco se desarrolló originalmente en la península ibérica y puede considerarse como un desprendimiento del estilo gótico o, en su defecto, como la forma en que la península ibérica interpretó este estilo originario del norte de Europa. Un ejemplo del plateresco novohispano lo encontramos en la fachada de la iglesia de San Agustín Acolman.

La inspiración plateresca de Adamo Boari, el arquitecto responsable del Palacio Postal, puede observarse en la crestería gótica, en la incorporación de pináculos y arcos conopiales o en las líneas verticales sobre la fachada que acentúan la idea de vértigo. Otros elementos como la decoración prolífica de la fachada, las figuraciones de animales y los motivos heráldicos están también asociados al estilo gótico tardío de la Baja Edad Media. Además, la presencia recurrente de motivos orgánicos y la ausencia de los órdenes clásicos son otros detalles asociados al plateresco. Lo que traiciona el viaje al pasado es la uniformidad y la simetría presente en el Palacio Postal. Mientras un edificio gótico de la Edad Media incorpora numerosos elementos rapsódicos y asimétricos, productos de procesos constructivos que duraron, en ocasiones, cientos de años, la fachada del Palacio Postal destaca por su simetría y regularidad.

Sin embargo, no debe de pensarse que este deseo por resucitar el pasado es completamente alérgico a la modernidad. El uso de materiales modernos como el vidrio templado y el hierro, visibles sobre todo en el interior del edificio, dan cuenta de este sincretismo artístico. Los candelabros eléctricos y la estructura metálica de la escalera principal, elementos tan característicos de la Quinta Casa de Correos, son muestras claras de cómo Boari buscó conjugar la modernidad capitalista con la tradición novohispana.

Para entender el papel que el Palacio Postal juega en la historia de la arquitectura mexicana conviene contrastarlo con su vecino: el Palacio de Bellas Artes. Ambos edificios fueron iniciados a principios del siglo XIX, con apenas un par de años de diferencia. Ambas construcciones son producto del anhelo porfirista por integrar a México a las sociedades occidentales a través de la asimilación de las ideas y de las modas del mundo “civilizado”. Inclusive una parte sustancial del diseño de ambos edificios se la debemos a Adamo Boari. Sin embargo, mientras el Palacio Postal aspira a resucitar los estilos del pasado, el Palacio de Bellas Artes reproduce el deseo de los modernos por crear su propio lenguaje arquitectónico. Si revivir al plateresco implica mirar con nostalgia el pasado, importar el art nouveau delata que nuestros ojos ya no querían voltear sino al futuro. Esta actitud ambivalente frente al pasado/futuro fue característica del mundo del arte europeo de la segunda mitad del siglo XIX. Dicha vacilación es típica de un proceso de redefinición espiritual donde proyectos civilizatorios irreconciliables compiten por la hegemonía. En el porfiriato, un periodo histórico donde redefinir la identidad mexicana constituyó una tarea cada vez más apremiante, la élite intelectual no pudo mantenerse ajena a esta ambivalencia cultural. Y, al igual que su contraparte europea, encontró en la arquitectura un medio idóneo para refundar su identidad… tomando prestado el lenguaje artístico de sus colonizadores y con varias décadas de atraso.

Por último, para entender el Palacio Postal es también importante tener presente el desarrollo que los medios de comunicación experimentaron durante la segunda mitad del siglo XIX. Si la precariedad de las comunicaciones, al igual que la imposibilidad de crear un mercado interno dinámico, explica en gran medida el atraso económico mexicano durante las primeras décadas de vida independiente, el énfasis liberal-porfirista por imponer una idea de nación al precio que fuera condujo no sólo el desarrollo de la red ferroviaria y telegráfica, sino también a la expansión de los servicios postales. El crecimiento acelerado del número de oficinas de correos a lo largo y ancho del territorio mexicano es prueba de ello. Por tanto, no es una casualidad que una de las obras arquitectónicas más emblemáticas del porfiriato sea un edificio civil directamente vinculado al floreciente sector de las comunicaciones. En última instancia, el Palacio Postal es el registro de la voluntad por comunicar a un conjunto heterogéneo de sociedades que no acababan de integrarse a ese proyecto inconcluso llamado México.