08 julio 2024

El cabezazo imposible

Ciudad de México, 13 de junio del 2002

En el fútbol, una de las principales cualidades del centrodelantero es su capacidad de elevarse por el aire y acertar de manera contundente y precisa un cabezazo que acompañe el balón hacia el fondo de las redes. Normalmente asociamos esta habilidad con centrosdelanteros altos y fuertes, de los que históricamente ha carecido el fútbol mexicano.

Uno de los últimos centrosdelanteros mexicanos que se caracterizó por ser un gran rematador de cabeza fue Jared Borgetti, nacido en Culiacán, Sinaloa, en 1973 y apodado el Zorro del Desierto. Debutó profesionalmente como jugador del Atlas de Guadalajara, para otorgar sus mejores años como profesional con el club Santos Laguna de Torreón.

Hoy recordamos a Jared por uno de los mejores goles de cabeza en la historia de los mundiales y, de paso, una de las mejores dianas en la historia internacional del fútbol mexicano.

Corría el año 2002, se jugaba el mundial de Corea y Japón, el primero en su estilo al combinar dos sedes nacionales y en el cual nuestro país compartía grupo con Ecuador y una Croacia que venía de un papel histórico en Francia 98.

El paso de nuestro combinado nacional arrancó con una victoria sobre Croacia, por un gol a cero, obra de Cuauhtémoc Blanco. En el segundo cotejo, la selección nacional superó por dos goles a uno al combinado ecuatoriano con goles del protagonista de esta historia y de Gerardo Torrado.

El 13 de junio de ese año, en el último partido de la fase de grupos, la selección nacional mexicana se enfrentaba a la escuadra azzurra.

El aficionado mexicano tenía, como casi siempre, una fe inquebrantable, una ilusión enorme por poder competir y ganarle a una de las selecciones más históricas del fútbol mundial.

Recuerdo aquel partido como una gran exhibición de valentía y fútbol organizado de nuestro equipo. Pareciera ser que los mejores partidos de la selección mexicana de fútbol se dan en condiciones que parecen completamente adversas.

En la tabla, México llegaba con comodidad como líder de grupo, y con un resultado favorable, podían acceder a la siguiente ronda con un rival mucho más "a modo".

Corría el minuto 33 del primer tiempo y la selección mexicana, después de una larga posesión del balón, comenzó a aproximarse al área italiana. Johann Rodríguez, por la banda izquierda, retrasó el balón hacia tres cuartos del terreno de juego, donde Cuauhtémoc Blanco levantó la vista y picoteó el balón hacia la esquina derecha del área chica. Stephen Hawking propuso que las ecuaciones de la relatividad implican la existencia de singularidades en el espacio-tiempo; donde, en todo caso, la física y sus leyes, como las conocemos, dejan de aplicarse.

Efectivamente, Jared marcó un movimiento en diagonal hacia el borde del área chica, dando la espalda al marco defendido por Buffon. Dio un leve salto, que le permitió girar en el aire sobre su propio eje y desviar la trayectoria del balón. El tiempo se detuvo, lo físicamente imposible ocurrió.

Aquella representación en la memoria colectiva del aficionado mexicano resulta una postal perfecta llena de nostalgia y alegría. No sólo por el hecho de haber marcado un gol contra una selección campeona del mundo, sino por el grado de dificultad y la belleza estética que implicó el movimiento de Jared Borgetti dentro del área.

Aquel partido culminó con un empate a uno entre ambas selecciones, resultado que nos dejó como primer lugar del grupo.

Después de ese partido, en el enfrentamiento contra Estados Unidos, ocurrió una de las eliminaciones más dolorosas que haya enfrentado nuestro fútbol en la historia de los mundiales. Pero hoy no estamos aquí para hacer énfasis en esa derrota, sino para recordar que, como en la vida, también en el fútbol hay pequeños instantes que nos pueden llevar, por momentos, a abrir esa pequeña caja de recuerdos.

¿Cómo podemos definir el tiempo? Más allá del presente, cuando pienso en el fútbol me decanto por pensarlo a través de la nostalgia, pero también, como aficionado ilusionado, como un instante de ensueño.