Voleur à l'étalage

18 julio 2024

Ze Rafael en Flickr.

Reexaminado nuestros gustos culposos: Molotov

Recuerdo la fascinación que me causaba Molotov cuando era niño. Aunque mi familia nunca gozó de talento para la música, y aunque mi oído nunca se entrenó para poder apreciar las sutilezas que caracterizan a una pieza bien lograda, en 1998 creí encontrar la epítome del genio musical mexicano. Recuerdo cómo mis amigos y yo, en ese entonces unos morritos de no más de diez años, escuchábamos maravillados pronunciar con soltura aquellas palabras que los adultos nos habían prohibido categóricamente.1

Que un grupo de personas famosas pronunciara con tanto desparpajo las palabras proscritas era motivo de asombro. Cada que escuchaba a Molotov, sabía que me internaba en los terrenos de lo prohibido, y era quizá eso lo que más me atraía de su música. Lo demás eran racionalizaciones ex post facto. Que si Molotov se había enfrentado a Televisa y a la industria musical; que si sus letras le mentaban la madre al gobierno; que sí el nombre de la banda hacía referencia a una bomba de la cual yo entendía muy poco… todo ello ciertamente hacía más atractiva la figura mítica de Molotov, pero no era eso lo que en verdad engendraba mi fascinación. El poder de ridiculizar a lo diferente, a lo desconocido y a lo aparentemente hostil a través de la palabra era lo que yo encontraba tan seductor. Ofender al otro era lo que me hacía sentir una fuerza insospechada. El escuchar que alguien dice majaderías sin ninguna restricción es una experiencia que ayuda a disimular nuestra propia impotencia. Quizá nuestro día a día es tan opresivo que encontramos una satisfacción secreta en el humillar al otro a través de la palabra. Para el menor de edad que se siente tan impotente frente a una sociedad adultocéntrica, el poder decir puto o chinga tu madre es el equivalente más cercano a una venganza.2

Pero la obsesión en torno a Molotov no se redujo a un grupo de escuincles de diez años que encuentra en el lenguaje soez un sucedáneo de la venganza. La industria cultural, sus chayoteros/“críticos musicales” y la sociedad en general no se tardaron en aplaudir lo que pronto se convirtió en un fenómeno mundial. Siete LPs y más de 4 millones de copias vendidas certifican que la sociedad no ha sido indiferente frente a Molotov. Los requisitos para recibir un Grammy o un MTV Video Music Award son bastante laxos, pero no por ello las múltiples nominaciones que Molotov ha recibido a lo largo de casi 30 años de trayectoria son menos sintomáticos de lo bien que esta banda ha sido acogida por la industria cultural. Los periodistas del mundo del espectáculo han aplaudido a Molotov y no han escatimado halagos. No han sido pocos quienes han señalado la “crítica social” implícita en varias de sus canciones, y hay quienes han llegado tan lejos como para llamarles “revolucionarios”. Incluso quienes desde la mojigatería rezongaban contra Molotov no fueron capaces de encontrar argumentos convincentes para disipar la supuesta genialidad que caracterizaba a esta banda. Tomemos el siguiente ejemplo: tras una de las múltiples ocasiones en que fui reportado por mi mala conducta, y ante su incapacidad para entender en qué radicaba mi gusto por Molotov, mis padres decidieron romper mis CDs con tal de dar por enterrada la situación problemática (su remedio fue tan precario que apenas unos meses después me las ingenié para comprar todos y cada uno de los discos que ellos habían roto a manera de terapia).

No obstante, el coro de loas habituales es ocasionalmente interrumpido por unas cuantas voces críticas. Por ejemplo, hace algunos años, vari*s twitter*s comenzaron a deconstruir el mito de Molotov. En particular, en aquel entonces se señaló la homofobia de algunas de sus canciones.

Y es que no hay que quebrarse la cabeza para descubrir la descarada homofobia que se expresa en canciones como “Puto”. Y aunque es cierto que los integrantes de la banda y el productor de la canción han procurado en años recientes ofrecer interpretaciones que buscan matizar la carga homofóbica de este hit, es difícil entender cómo el grito de “Matarile al maricón” puede ser escuchado sin referir a la violencia con la que la heteronormatividad reacciona ante lo diferente. Molotov no es ciertamente responsable de la penosa homofobia tan omnipresente en los noventa, pero no cabe duda que ayudó a normalizarla.

Pero Paco, Randy, Tito y Micky no solo destacaron por normalizar un odio patológico hacia los homosexuales, sino también por sus tendencias feminicidas. Bastaría con notar que desde su nombre y su portada, ¿Dónde jugarán las niñas?3 trivializa la violación. No obstante, todo éste es un álbum donde la ideación feminicida y la misoginia son monedas de uso corriente. “Quítate que masturbas (Perra arrabalera)”, la última canción de este álbum, es la perfecta conclusión para una obra que explota de una forma tan burda los lugares comunes de la misoginia. Para motivos de esta reflexión, tomemos los siguientes versos:

“Porque antes estabas delgada / Con los pechos firmes y las nalgas bien paradas / Pero ahora ya estas muy aguada / Ya no hay quien te quiera y estas amargada / Contigo ya no siento nada golfa, gorda interesada.”

No se necesita del don de la videncia para advertir que está canción fue escrita por un grupo de hombres despechados y sexualmente frustrados. Pero este caso no es el único. La canción “Por qué no te haces para allá al más allá” es otro ejemplo de misoginia e ideación feminicida, donde los integrantes de Molotov le dan un sentido consejo a aquellas mujeres que han tenido la osadía de rechazarlos: “Quiero ver como te humillas, / ay como lloras, ay como chillas/ y para verte más hermosa / deberías hacerte un corte de cabeza, o de pescuezo [...] conseguirte un novio bien, / que le guste dispararte / que le guste disparate aquí en la sien, aquí en la sien.”

Y aunque podría argumentarse que éstos son errores juveniles, y que la industria musical en los noventa como conjunto reproducía fielmente los valores del patriarcado y la heteronormatividad, lo cierto es que Molotov nunca se ha disculpado por el odio y la violencia que ayudó a normalizar. Aún peor, esta banda sigue tocando en sus conciertos estos hits, cuyas letras hoy cualquiera con un ápice de empatía se abstendría de repetir.

Pero no habría que pensar que Molotov no puede ser más que un gusto culposo exclusivamente por su misoginia y su homofobia. Habría que recordar que otro de los sencillos de ¿Dónde jugarán las niñas? fue “Cerdo”. Esta canción y su respectivo video son un homenaje a la gordofobia. Y si bien es tentador preguntarse quién nombró representantes de los estándares de belleza occidental a Paco, Randy, Tito o a Micky, cuatro individuos que difícilmente podrían ser confundidos con un adonis, dicha pregunta es por demás ociosa.4

Me gustaría concluir reexaminado la supuesta tendencia revolucionaria de Molotov. Y para ello conviene analizar una de sus canciones más famosas: “Gimme the Power”. Es importante destacar que esta canción, escrita a finales de los noventa, ha sido repetidamente alabada como un himno de rebeldía juvenil. Sin embargo, la crítica presente en su letra es, por decir lo menos, extremadamente tibia. Y es que para Molotov los problemas de México se reducen a la incompetencia de una burocracia corrupta. La “crítica social” presente en esta canción es tan básica que podría ser entonada por Felipe Calderón en una de sus pedas cotidianas. Javier Lozano bien podría haber escrito algo similar después de una de las muchas rabietas que lo han hecho tan tristemente célebre. “Gimme the Power" es simplemente un ataque a la clase política priista, un rechazo altisonante pero inocuo que es incapaz de rebasar los lugares comunes del patriotismo barato y el desprecio a la burocracia. Es bastante notorio que esta furibunda diatriba “antisistema” no hace ninguna insinuación anticapitalista ni refiere a la lucha de clases. Pese a que la clase empresarial mexicana fue una de las grandes beneficiarias del régimen priista, “Gimme the Power" no hace ni la más tímida crítica al empresariado. Hasta Panteón Rococó, unos cuantos años después, se atrevió a hacer mención a la lucha de clases en “La Carencia”. Si Vicente Fox pudo llegar al poder en el año 2000, ello se debió en gran parte al éxito de una narrativa que equiparó los problemas nacionales a los excesos de la burocracia priista. En sus momentos más “subversivos”, Molotov se convirtió en uno de los voceros más famosos de esta insípida narrativa.5 Quizá es por estas razones que hoy, tanto aquellos cuarentones que votaron por Bertha Gálvez y Ricardo Anaya, como aquellos otros que ven en López Obrador la encarnación del revolucionario, creen encontrar en “Gimme the Power" una oda a la rebeldía.6

Lo dicho hasta aquí basta para arrojar a Molotov en el cajón de los gustos culposos. Aunque hasta cierto punto se entiende que los niños disfruten regodeándose en la humillación del otro a través de la palabra, es bastante patético que un grupo de cuarentones y treintones consideren que su homofobia y su misoginia son graciosas. De forma similar, es extremadamente penoso confundir una canción que pudo haber sido escrita por los publicistas de Vicente Fox con una crítica social auténtica. Sin embargo, incluso conceder el título de gusto culposo a Molotov sería demasiado oneroso. En última instancia, la fama de Molotov es sintomática de la crisis de la (contra)cultura mexicana. Si Molotov es el representante más insigne del rock mexicano; si las canciones de un grupo filopanista, misógino, homofóbico y gordofóbico son el ejemplo más conocido de la “crítica social” mexicana, entonces urge replantear radicalmente aquellos referentes que forman parte de nuestra identidad colectiva.

1 Debo admitir que fue entonces cuando escuché toda una serie de frases que sólo logré entender varios años después.
2 Es quizá esto lo que hace que para algunos argentinos un enclenque mental como Javier Milei resulte un personaje tan atractivo y reconfortante.
3 El nombre del álbum es una especie de sátira del álbum de Maná ¿Dónde jugarán los niños?
4 Decidí centrarme en ¿Dónde jugarán las niñas? no porque los álbumes posteriores compuestos por Molotov se hayan distanciado de la misoginia y la homofobia que hicieron famosa a su ópera prima, sino por la irrelevancia de su obra posterior. Además de que ¿Dónde jugarán las niñas? es sin duda el álbum más famoso de la banda, ¿quién podría nombrar una de las canciones que Paco, Randy, Tito y Micky han escrito en los últimos 20 años?
5 Si a alguien le caben dudas sobre la afinidad entre Molotov y el foxismo, debería de escuchar con atención dos canciones del Dance and dense denso: “Hit me” y “E. Charles White”. Basta aquí con citar unos cuantos versos de la primera canción: “México solidario acabó a los tiranos / Sin la necesidad de ensuciarnos las manos / No podemos pedir resultado inmediato / De un legado de 75 años [...] Sólo poder expresarnos / Es palabra de honor de nuestro jefe de Estado”.
6 Molotov no ha dejado de componer “crítica social” indiferente a la lucha de clases. “Hit me” (2003) y “Ánimo delincuencia” (2014) son dos respuestas a la pregunta: ¿qué pasa cuando pones a escribir a tu tío panista una canción de “protesta” social?