En las entregas anteriores, Karla R. nos mostró lo que no hace muchos años hubiera sido un fenómeno inesperado: la irrupción repentina de los discursos feministas en la escena del reggaetón. Esta irrupción no sólo significa mostrar que el mundo del reggaetón no es una escena creada a imagen y semejanza de las fantasías patriarcales, sino que además nos muestra que es posible construir formas alternativas de vivir la sexualidad que no pasan por las trilladas recetas falocráticas. Despreciar la hegemonía del patriarcado en la escena del reggaetón no equivale a refugiarse ni en la mojigatería ni en el ascetismo; construir una sexualidad perversa y polimorfa es una de las estrategias que conducen a revelar la flacidez del patriarcado. El perreo no necesita girar en torno al pene de los hombres para ser seductor.
Sin embargo, aunque los discursos feministas han logrado ocupar el reggaetón mainstream, sería ridículo pensar que el patriarcado ha sido finalmente derrotado. Justo cuando el discurso feminsta se anota una de sus más espectaculares victorias, la hidra patriarcal muestra uno de sus rostros más repugnantes. En este caso, ese rostro hediondo y repulsivo es el del autoproclamado “rey del morbo”: Víctor Daniel Valladares Barrientos, también conocido como “Dani Flow”.
De Valladares y su música se pueden decir muchas cosas: que sus letras tienen la misma sofisticación que los poemas de un niño de 14 años que no ha aprendido a escribir; que su beat estereotipado revela una total incapacidad para la innovación1; o que su look responde a la pregunta qué pasaría si Paul Pfeiffer (The Wonder Years) apoyara religiosamente a Las Chivas. Y aunque es muy cierto que Valladares es la descripción gráfica de la subnormalidad, no es ni su falta de talento ni su mal gusto lo que deberían de llamar la atención. Inclusive, dado que el patriarcado ha dejado plasmada su impronta en la historia del reggaetón, los niveles de misoginia de Valladares no resultan atípicos. Lo que sí resulta inusitado es la normalización de las subculturas incel y fifa en el mundo del reggaetón. Si la música de Valladares resulta tan despreciable, ello no se debe ni a la vulgaridad de sus letras ni a su evidente falta de talento, sino a su inescrupulosa objetivación de la mujer.
En las letras de Valladares, el cuerpo de la mujer es reducido insistentemente a la condición de cavidad. Los cuerpos femeninos/feminizados son siempre el receptáculo que ha de alojar el pene “épico” de Dani Flow.2 Y si bien este tipo de referencias son un lugar demasiado común para los representantes del reggaetón patriarcal, lo que más llama la atención es el descarado desconocimiento de Valladares sobre la anatomía femenina. Martillazo es quizá el ejemplo más claro de este desconocimiento. Para el autoproclamado “rey del morbo”, el ano es una parte de la anatomía que puede ser “martillado”. Y aunque la intención efectista de esta letra es bastante obvia, aún así resulta desconcertante que alguien pueda confundir el oficio del carpintero con el acto sexual. Tal confusión no es producto de una licencia poética, sino de la popularidad de los discursos fifas en el reggaetón nacional. Enmarcados por la obsesión falocrática y por la misoginia inescrupulosa, no es del todo claro si versos como “Te vo'a lastimar / y te va a gustar” equivalen a una insinuación carente de tacto o si se trata de una orden impulsada por tendencias feminicidas. Y si estos simulacros feminicidas pueden ser escritos y difundidos con tanta normalidad, ello se debe a que la pervivencia de la misoginia está aún demasiado arraigada en la escena del reggaetón
Llegados a este punto, es importante realizar una precisión teórica. Y es que sería un completo despropósito tratar de explicar el Martillazo de Valladares a partir del Terror Anal de Beatrriz Preciado. Así como martillar no es erotizar, tratar el cuerpo femenino como un recipiente que soporta pasivamente la violencia patriarcal no equivale a poner en jaque el supremacismo heterosexual. Martillazo no revierte la castración del ano, sino que confirma el control de los hombres heterosexuales sobre los cuerpos femeninos/feminizados. Valladares no es un terrorista textual que atenta contra la naturalidad de la heterosexualidad, sino uno más de los chicos-de-los-anos-castrados que insisten en controlar el cuerpo femenino y reducirlo al estatus de simple cavidad.
Lo expuesto hasta aquí muestra que Valladares y sus seguidores apenas y conocen el cuerpo humano. En canciones como Martillazo, su obsesión con los penes y sus supuestas proezas sexuales los han hecho olvidar el mínimo de empatía necesario para establecer relaciones interpersonales saludables. El placer del* otr* es una variable incompatible para su credo patriarcal. Y es justo por ello que la falocracia resulta tan perniciosa: la obsesión por los penes conduce a la objetivización y el desprecio del* otr*.
No se trata, por tanto, de someter las letras del reggaetón a la censura moralizante de padre de familia del Colegio Cumbres. No hay nada de malo en que el reggaetón sea sexoso ni “vulgar”. De hecho, después de eyaculadores precoces como Dani Flow, lo peor que le ha pasado a esta escena son canciones melosas y blanqueadas como Despacito. La sexualidad que libera es ciertamente esa que no se espanta ante el lenguaje; aquella que no reduce lo erótico a lo estrictamente genital; aquella donde el/la otr*no es forzad* a convertir su cuerpo en una simple cavidad. Y hay grandes himnos del reggaetón que no han escatimado en referencias sexuales. El caso del reggaetón antipatriarcal de Tokischa y Rosalía expuesto en la entrega anterior es un claro ejemplo de ello. Pero incluso el reggaetón no-femenista ha logrado producir letras sexualmente explícitas que ni delatan una ideación feminicida ni exponen una total falta de talento. Tomemos el ejemplo de Noche de sexo de Wisin y Yandel (feat. Aventura): “Empecemos en la playa, / terminemos en la cama / Trae la toalla / porque te vas a mojar.” Si estos versos no están condenados a rellenar el lado B de un álbum mediocre, ello se debe tanto a lo bien logrado de su cadencia como al ímpetu seductor de sus evocaciones. Y es justo el contraste con estos versos clásicos lo que desnuda la miseria intelectual de Dani Flow y sus imitadores menos exitosos.
La simple existencia de Valladares equivaldría a una anécdota de mal gusto si no fuera por su innegable éxito. El hecho de que Dani Flow haya logrado posicionarse como un referente del reggaetón contemporáneo es sintomático de que la ideología patriarcal está lejos de desaparecer de esta escena. Por ello, el éxito de Valladares debería de conducirnos a examinarnos seriamente como sociedad. Es una verdadera desgracia que el nombre más destacado en la escena del reggaetón nacional sea el del mismo individuo que confunde el acto sexual con el acto de martillar. Pareciera que para escribir una canción de reggaetón en México a huevo hay que ser un incel. Y esta simple sospecha revela qué tan arraigada está la misoginia en amplios sectores de nuestra sociedad. No es una casualidad que Valladares sea originario de Guanajuato. Un nivel tan miserable de ignorancia respecto a la sexualidad femenina sólo podría producirse en la entidad más conservadora del país. Por ello, el éxito reciente de los discursos feministas en el mundo del reggaetón deben entenderse apenas como los primeros pasos en un largo camino.
1. Podría argumentarse que el reggaetón, debido a las influencias culturales que lo han constituido, se ha caracterizado por la sencillez de su ritmo. Sin embargo, trás más de 30 años de historia, el género no se ha mantenido estático. Piénsese en los arreglos del álbum de Motomami (2002) de Rosalía. Este álbum, o al menos sus canciones más reggaetoneras, es un ejemplo de la versatilidad del género. Por otro lado, un reggaetonero originario de Irapuato no podría apelar a su arraigo a las tradiciones caribeñas para disimular su falta de ingenio. La música de Valladares no es el resultado de un compromiso con la tradición, sino de profundas deficiencias en materia de habilidad compositiva.
2. Una de las razones por las que Dani Flow se ha viralizado fue por mencionar en su canción Que rollito primavera que él aparentemente no discrimina a las mujeres trans: “Me gustan toditas / fresitas y nacas / Me gustan las trans / las morras me encantan”. Pero más que fungir como un auténtico aliado de la comunidad trans, estos versos confirman que ninguna mujer escapa a la cosificación falocrática de Valladares.
Colaboración de Karla Revueltas y Alejandro Jamil Otón.