En la entrega pasada señalé un fenómeno insospechado: El reggaeton antipatriarcal no es ya un oxímoron. El mundo del reggaeton, incluso en su variante mainstream, fue infiltrado por los discursos feministas. Las feministas tomaron el cielo por asalto y se apoderaron de uno de los bastiones del patriarcado, un bastión cuya inexpugnabilidad era dada por sentada por los misóginos más empedernidos. Para mostrar hasta qué punto la fragilidad de los valores patriarcales había sido evidenciada por el reggaeton antipatriarcal, ofrecí un análisis del video de Provenza de Karol G.
Ahora bien, sería equivocado asumir que el reggaeton antipatriarcal equivale al triunfo de la abstinencia o, aún peor, de la mojigatería. Otro de los frutos del reggaeton antipatriarcal es que ha llevado a primer plano formas alternativas de vivir nuestra sexualidad. Para mostrar en qué consiste una de esas sexualidades alternativas me gustaría analizar el caso de Linda. Esta canción de Tokischa y Rosalía, aparecida en 2021, y que para finales de julio de 2024 había sido reproducida en Youtube más de 104 millones de veces, es también un claro desafío a la ideología patriarcal. Se trata de un reto directo a la falocracia: ni el erotismo ni la sexualidad necesitan ponerse de rodillas frente a los hombres para poder realizarse plenamente. Así como el video de Provenza mostraba que la diversión de las mujeres no está subordinada a la participación de los hombres, Linda destaca que explorar otras facetas de nuestra sexualidad no requiere de la intervención ni de la tutela del patriarcado.1 Si “las amigas que se besan son la mejor compañía” es porque la sexualidad no es la culminación de la expedición de conquista patriarcal ni el residuo inconfesable del amor romántico. Mientras el patriarcado reduce la sexualidad a su dimensión genital y hace del falo un objeto de culto, Linda nos muestra que el disfrute femenino no tiene por qué circunscribirse a las reducidas coordenadas prefijadas por el morbo patriarcal.
La interacción sexual entre dos individuos no tiene por qué conducir a una relación de subordinación. A diferencia de la jerarquización patente en toda relación marcada por los valores del patriarcado, lo que Linda nos presenta es una relación de amigas donde no existe el sometimiento (“Nos besamo', pero somo' homie”). No se trata de una competencia ni de una cacería, sino de un pacto entre amigas. No aparece aquí el Casanova que se sirve de la seducción para conquistar a sus presas, ni el Don Juan que goza ante la deshonra femenina. Tampoco se trata de la fidelidad que Penélope le guarda al soberano Ulises. Se trata, en cambio, de una oportunidad para reforzar los lazos de sororidad y para empoderarnos a través de ese cuerpo que hasta ahora se nos presentaba como algo ajeno.
Al mismo tiempo, Linda reniega de la aversión hacia los fluidos menstruales que el patriarcado se ha encargado de normalizar. Mientras el decoro patriarcal se sonroja ante cualquier referencia a la menstruación, y mientras el machito tradicional ha convertido a la mujer menstruante en objeto de disciplinamiento y repulsión, Tokischa y Rosalía nos recuerdan que entre la mujer que ama y la mujer que menstrua no existe ninguna contradicción (“Tú ere' Linda y yo estoy rulin”). Si el machito tradicionalista inventa toda una serie de restricciones alrededor del cuerpo menstruante, las amigas que se besan nos recuerdan que no hay sororidad ahí donde al cuerpo femenino se le oculta cuando resulta incómodo. Si el patriarcado busca disciplinar nuestros cuerpos al convertirlos alternativamente en un sucio espantajo y en un objeto de morbo, el reggaeton antipatriarcal empodera nuestras cuerpas con todo y sus “imperfecciones”.
Por tanto, el reggaeton antipatriarcal no reniega del erotismo, no aspira a tutelar la sexualidad por medio de la mirada puritana, ni busca convertir nuestros cuerpos en una nueva tierra de conquista. El reggaeton antipatriarcal deconstruye las narrativas tradicionales sobre el cuerpo deseable y el pudor, y nos recuerda que una sexualidad sorora y polimorfa es posible. Nuestras cuerpas no son la mercancía que el colonizador suma periódicamente a su lista de conquistas, sino la condición para ejercer nuestra agencia.
Es esta forma alternativa de entender la sexualidad la que ha llevado a varias feministas a entender el reggaeton como una oportunidad de resignificar nuestras cuerpas.2 Si el patriarcado reduce el cuerpo femenino a uno de los muchos espacios creados para desplegar su lógica de dominio; si la sexualidad es para el ojo patriarcal o un tabú o un simple medio para lucrar con la administración del deseo; si la lógica patriarcal busca corroborar en la pista de baile que nuestros cuerpos le pertenecen, el reggaeton antipatriarcal nos muestra que es en esa misma pista de baile donde las mujeres recobran el control sobre sus cuerpas. El perrear no es en sí mismo un acto de sometimiento. Ahí donde se da por sentada la sumisión femenina, el reggaeton antipatriarcal introduce un equívoco que transtorna todas las certidumbres de los hijos del patriarcado. El perrear como sometimiento se invierte y se transforma en el perrear para empoderarse. Esta iteración heterodoxa introduce una confusión que termina por ser devastadora para las certezas patriarcales; es justo en la introducción deliberada del equívoco, incluso en sus expresiones aparentemente inocuas, donde se expresa la agencia de quienes no podían ser más que sujetos obedientes y pasivos. Si el reggaeton antipatriarcal merece nuestra atención, ello se debe a que ha sido capaz de multiplicar y diseminar estos equívocos a una escala inesperada.
Sin embargo, sería una mentira pretender que el reggaeton antipatriarcal ha triunfado de una vez por todas. En el último artículo de esta serie exploraré un caso que nos permitirá observar la vigencia y la obstinación de los valores del patriarcado en el mundo del perreo contemporáneo.
1. A no pocas personas les vendrá a la mente un ejemplo similar y quizá mucho más famoso: Yo perro sola de Bad Bunny. Sin embargo, el hecho de que a la artista Nesi se le haya “comprado su voz”, y de que se le haya escamoteado el reconocimiento por su participación en el éxito de esta canción son razones suficientes para evitar asociar Yo perreo sola a la idea del reggaeton antipatriarcal. La forma en que se administraron los créditos de quienes desarrollaron esta canción muestra que, para la industria cultural y los machitos que la encabezan, incluso cuando éstos se jactan de ser muy progres, las mujeres, sus cuerpos y hasta sus voces no han dejado de ser simples mercancías.
2. Véase, por ejemplo, el trabajo de María Fernanda Cruz, quien desde una perspectiva filosófica ha señalado en qué consisten las reapropriaciones feministas y queer del perreo. Por ejemplo: Cruz, M. Fernanda. "Formas y fuerzas: un acercamiento sobre el juicio reflexionante y el problema del afecto." Pensamiento al margen: revista digital sobre las ideas políticas 16 (2022): 164-182.
Colaboración especial de Karla Revueltas