Wendy Wei
Quién piense que el concepto de reggaetón antipatriarcal es un oxímoron, o lleva ausente de la realidad los últimos años, o confunde con Dani Flow y sus decepcionantes iteraciones una escena musical tan diversa como compleja. Bastarán dos ejemplos para mostrar el potencial antipatriarcal de la escena reggaetonera contemporánea.1
El día 21 de abril de 2022, Karol G lanzó uno de los videos musicales más populares de ese año. Tan solo en su canal de Youtube, el vídeo de Provenza presume hasta el día de hoy más de 1 billón de vistas. El vídeo es interesante tanto por lo que muestra como por lo que omite (//youtu.be/ca48oMV59LU?si=3917fSATRNVklUQE).
A lo largo del vídeo se nos presenta a un grupo heterogéneo de mujeres divirtiéndose junto al mar. Estas mujeres no reproducen el estándar de belleza patriarcal. En esta grupa encontramos mujeres musculosas, “gordas”, bajitas, negras, morenas y pálidas. Encontramos mujeres sudando, rasurándose, no rasurándose, leyendo, tirándose clavados, bailando entre sí, jugando basquetbol, flexionando sus músculos, demostrando su sororidad, etc. En fin, las encontramos escapando a esos pueriles intentos por sexualizarlo todo tan característicos del ojo patriarcal. Y pese a que el patriarcado ha tratado hasta la náusea de relegar a las sombras esas otras formas de disfrutar nuestra cuerpa, Provenza nos ofrece una mirada a las mujeres de carne y hueso. No es que estas mujeres no sean sexys, sino que no necesitan serlo para complacer al ojo patriarcal; no necesitan ajustar su conducta ni su apariencia a la autoritaria lascivia del patriarcado.
El vestuario de Karol G es indicativo de esta misma narrativa. Para lucir su feminidad, la cantautora colombiana no necesita satisfacer el voyeurismo patriarcal. La Karol G de Provenza no aparece con un diminuto bikini, sino con un traje de baño de una pieza. Es tal y como si quisiera remarcar que quien dijo “Quien no enseña, no vende” no era más que un machito morboso. ¿Acaso no es obvio que para disfrutar la playa no necesitamos vestirnos como si fuéramos a participar en un desfile de Victoria Secret?
Pero el vídeo también es interesante por lo que no muestra. Y es que en Provenza la gran ausencia son los hombres. Sin embargo, esta ausencia es irrelevante para la trama. No son los hombres los que explican el disfrute de las mujeres que aparecen en el vídeo. Ellas encuentran en sí mismas y en sus amigas las condiciones suficientes para pasar un buen rato.2 La historia que nos relata el vídeo prescinde de personajes hombres, y con ello subraya su condición superflua. Y esto es quizá lo más sorprendente: un vídeo de reggaetón sugiere que las mujeres no necesitan de los hombres para divertirse. Se trata de una operación en apariencia inocente, pero cuya sutileza esconde la clave de su radicalidad. Para humillar a los hijos del patriarcado, basta con mostrarles que sus penes son irrelevantes. Su obsesión fálica es proporcional a su temor por saberse reemplazables. Si el patriarcado es un orden tan frágil, es porque siempre ha sabido que ni sus valores ni sus estándares son más confiables que una erección masculina.
Estas ideas ciertamente no son nuevas. Infinidad de feministas han mostrado en innumerables ocasiones la validez de estas afirmaciones. Lo que resulta interesante es observar que el discurso feminista ha penetrado en lo que antes era uno de los bastiones más celosamente defendidos por el patriarcado: la escena del reggaeton . Sería una tremenda injusticia el afirmar que el reggaetón no es otra cosa que un orden patriarcal cerrado herméticamente, donde no hay espacio para formas no-patriarcales de vivir la sexualidad. Y sería aún más absurdo pensar que el reggaetón es el género musical misógino por antonomasia. Pero lo cierto es que los valores patriarcales han hegemonizado esta escena desde sus inicios. Sin embargo, con el vídeo de Provenza, las reggaetoneras agarran al patriarcado por los testículos, miran con sorna su pene flácido, y le muestran que su hegemonía es tan precoz como el machito promedio.
Antes de concluir esta entrega, me gustaría realizar una precisión importante: Lo hasta aquí expuesto puede prestarse a confusiones, especialmente en sociedades que reducen la sexualidad a su dimensión genital. Celebrar que el orden patriarcal en el reggaetón se encuentre en franca decadencia no equivale a darle la bienvenida a letras e imágenes que se autocensuran con tal de complacer los castos sentidos de la gente bien. El reggaetón antipatriarcal no tiene por qué equivaler a un género cuidadosamente esterilizado de toda referencia sexual.3 El reggaetón puede ser tanto erótico como sucio y no por ello ser un refugio para machitos y eyaculadores precoces. La próxima entrega abordaré un caso que deja muy claro la compatibilidad entre el reggaetón antipatriarcal y el erotismo. A fin de cuentas, si el reggaetón no sirve para perrear hasta el suelo, ¿entonces para qué sirve?
1 Elijo estos ejemplos por razones estrictamente personales. Sé que son dos casos mainstream y que artistas menos conocidas llevan varios años experimentando con el potencial antipatriarcal del reggaetón. Sin embargo, es justo por su condición mainstream que ambos casos me ayudarán a probar que la hegemonía patriarcal en el mundo del reggaetón es más frágil de lo que imaginábamos.
2 Es más, cabría imaginar que la sola intromisión de un hombre introduciría un elemento tan inoportuno como agobiante. La mirada policial de los hijos del patriarcado estropearía la diversión. Sus opiniones no solicitadas sobre la apariencia de las mujeres; sus insinuaciones sexuales fuera de lugar; su insistente deseo por acaparar la palabra; esa irresistible fijación por ligarse a quienes les prodigan un trato humano; todas estas son razones para afirmar que lo que Provenza nos presenta es una utopía antipatriarcal.
3 ¡Gran matriarca, líbranos por favor del romantic style!
Colaboración especial de Karla Revueltas