26 febrero 2025

Shaun Tan: el poder de la narración ilustrada

Las novelas gráficas han sido durante mucho tiempo relegadas dentro del universo de la literatura. Los prejuicios academicistas y la cultura snob ha hecho que muchos críticos las consideren como un arte menor, una suerte de literatura ilustrada sin el peso de la palabra escrita en su forma más pura. Pero esta percepción no solo es injusta, sino que nos priva de reconocer la riqueza narrativa, simbólica y estética que pueden alcanzar obras de este género.

El problema radica en una concepción rígida de la literatura, en la que el texto escrito parece reinar sobre cualquier otro medio de expresión. La imagen, en cambio, se percibe como un complemento, un refuerzo visual que nunca alcanza la profundidad de la palabra. Sin embargo, autores como Shaun Tan han demostrado que las novelas gráficas pueden ser tan poéticas, filosóficas y emocionalmente devastadoras como cualquier novela de gran envergadura. Su obra desafía las fronteras entre la literatura y la ilustración, creando un lenguaje propio donde la imagen construye el relato con una fuerza expresiva única.

Shaun Tan es una de esas figuras cuya obra escapa de cualquier intento de categorización simplista. Sus libros están lejos de ser cuentos para menores. Son relatos en los que la fantasía y la metáfora se convierten en herramientas para explorar temas universales como la alienación, la memoria, el desarraigo y la resistencia frente a la indiferencia del mundo moderno. Tan es un artesano visual que moldea cada imagen con la misma precisión con la que un novelista elige sus palabras.

Uno de los ejemplos más fascinantes de su talento es Cigarra (Cicada), un libro que, a primera vista, podría parecer una simple historia sobre un insecto que trabaja en una oficina. Pero, como suele ocurrir con las obras de Tan, la simplicidad es la superficie de una historia que resuena con múltiples capas de significado. La cigarra es un trabajador gris en un mundo de oficinas grises, rodeado de humanos que lo ignoran y lo desprecian. Su existencia es rutinaria, monótona, una metáfora dolorosa de la alienación que muchas personas experimentan en los entornos laborales modernos.

La idea de Cigarra nació en la mente de Tan tras una visita a Berlín en 2005. Observó la fría arquitectura de los edificios corporativos, con sus interminables filas de ventanas idénticas. En una de ellas, un pequeño detalle rompía la uniformidad: una maceta con flores rojas, atrapando la luz del sol. Este pequeño acto de resistencia visual lo llevó a imaginar qué tipo de ser podría haber colocado esa planta ahí. Tal vez no era un humano, sino un insecto, una criatura fuera de lugar en ese mundo de eficiencia impersonal. Así nació la historia de Cigarra.

La inspiración también provino del propio ciclo de vida de las cigarras, criaturas que pasan la mayor parte de su existencia bajo tierra, solo para emerger en un breve estallido de vida antes de morir. Tan quedó fascinado con este ciclo, viendo en él una metáfora de la existencia humana: años de trabajo silencioso y opresivo seguidos de una breve oportunidad de trascendencia. Esta idea impregna el relato de Cigarra, donde el insecto protagonista sufre el abuso y el desprecio de sus colegas humanos, hasta que, finalmente, ocurre algo inesperado: su transformación y su liberación.

La obra de Tan es igual de poderosa en su contenido como en su forma. Cigarra es un libro que juega con la economía del lenguaje y la expresividad visual. La narrativa es mínima, casi telegráfica, reflejando la voz de su protagonista de manera deliberadamente seca y distante. Pero en las ilustraciones se encuentra la verdadera historia: el peso de la rutina, la desesperanza del protagonista, la subsunción capitalista, la incapacidad de empatía, la opresión de los pasillos de oficina que se extienden como laberintos sin fin. Cada detalle en los dibujos de Tan refuerza la sensación de un mundo donde la vida parece haber sido reducida a un conjunto de reglas inhumanas.

Pero, como toda gran historia, Cigarra no se detiene en la tragedia. La transformación final del protagonista es un acto de rebelión contra el mundo que lo ha ignorado. Cuando el insecto abandona la oficina, no lo hace con resignación, sino con júbilo. En su última imagen, vemos a la cigarra elevándose sobre la ciudad, dejando atrás las estructuras de su opresión. Es un momento de triunfo inesperado, una celebración de la resistencia y la posibilidad de una vida más allá de las cadenas de la rutina y de la agonía de la explotación.

Shaun Tan ha logrado algo que pocos autores pueden hacer: contar una historia profundamente filosófica, política y emocional con una economía de palabras extraordinaria. Su trabajo demuestra que la literatura no está limitada a las formas tradicionales de la novela o el cuento. Cigarra es una obra que nos recuerda que las novelas gráficas son tal vez más poderosas que la literatura clásica y que pueden alcanzar una intensidad y profundidad que pocos productos audiovisuales logran. Y, sobre todo, nos invita a mirar más allá de lo evidente, a encontrar belleza y significado en los lugares más inesperados. Como la cigarra que decidió abandonar su oficina gris, siempre existe la posibilidad de hacer un mundo nuevo, de rebelarnos y volar al horizonte de la utopía.