11 septiembre 2024

Las víctimas del 11 de septiembre

Exactamente 28 años separan dos de las más grandes tragedias del continente americano. En un mismo día, ocurren dos masacres fundadas en lo más siniestro de la condición humana. En ambos casos, fue la hegemonía de los Estados Unidos de América lo que se pretendió proteger contra la libre determinación de los pueblos y el avance de la humanidad.

El 11 de septiembre de 1973, un golpe militar respaldado por la administración de Richard Nixon derrocó al presidente chileno Salvador Allende, el primer marxista en ser democráticamente elegido en el mundo. El Plan Cóndor elaborado y ejecutado por CIA, fue responsable del ascenso de las dictaduras en América Latina. El gobierno estadounidense participó activamente en la planificación y financiamiento de los militares chilenos, asegurándose de que sus intereses políticos y económicos no se vieran amenazados por el creciente socialismo en la región.

Por otro lado, el 11 de septiembre de 2001, los ataques a las Torres Gemelas en Nueva York y al Pentágono marcaron un antes y un después en la política mundial. Aunque los ataques fueron perpetrados por extremistas islámicos, las principales víctimas de esa tragedia no fueron solo ciudadanos estadounidenses, sino que entre los miles de muertos, una gran cantidad eran inmigrantes hispanos que trabajaban en el corazón financiero de Nueva York. Estas personas, muchas de ellas indocumentadas, trabajaban en empleos de limpieza, construcción y mantenimiento, sectores invisibles pero esenciales para la economía estadounidense. Sin embargo, sus historias y sus sacrificios fueron rápidamente eclipsados por la narrativa de guerra que siguió a los ataques.

La mentira de las armas de destrucción masiva y el negocio del armamentismo
Uno de los episodios más oscuros que siguieron a los atentados del 11 de septiembre de 2001 fue la invasión de Irak en 2003. El gobierno de George W. Bush, con el apoyo de figuras clave como el vicepresidente Dick Cheney y el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, afirmó repetidamente que Irak poseía armas de destrucción masiva, lo que justificaba la intervención militar en el país. Sin embargo, estas fueron fabricadas. No existía evidencia concreta de la existencia de dichas armas, pero la maquinaria propagandística logró convencer de la necesidad de una guerra preventiva.

Este ciclo de guerra y ganancias es un rasgo distintivo de la política exterior estadounidense, donde la estabilidad de regiones enteras es sacrificada en pos del beneficio económico y estratégico. Irak, tras la invasión, se sumió en una década de caos y violencia.

Casi tres décadas antes, la intervención estadounidense en Chile bajo el mandato de Nixon tuvo consecuencias devastadoras. Tras el golpe de Estado de 1973, miles de personas fueron detenidas, torturadas y asesinadas por la dictadura militar de Augusto Pinochet. Entre las víctimas más conocidas se encuentra el cantante y comunista Víctor Jara. Conocido por sus canciones llenas de denuncia social y esperanza, Jara fue arrestado, torturado y asesinado en el Estadio Chile, convertido en un centro de detención y represión durante los primeros días del régimen militar. Su cuerpo fue encontrado mutilado, con 56 fracturas óseas y 44 impactos de balas.

Uno de los principales responsables de su asesinato fue Pedro Barrientos, un oficial del ejército chileno que huyó a Estados Unidos tras la caída de Pinochet. Barrientos vivió cómodamente en Florida durante años, hasta que en 2012 un tribunal estadounidense lo declaró responsable del asesinato de Jara en un juicio civil impulsado por Joan Jara, esposa del comunista. En un giro irónico, el mismo país que había apoyado a los militares chilenos exportó a Barrientos de vuelta a Chile para enfrentar cargos de homicidio.

Este caso refleja las profundas contradicciones de la política exterior de Estados Unidos. Mientras apoyaba regímenes autoritarios en el extranjero, se proyecta como una nación de justicia, democracia y libertad. La condena de Barrientos es una victoria para la memoria de Víctor Jara y el comunismo internacionalista, así como un recordatorio de que los militares son responsables por sus acciones, pese a la cadena de mando o el apoyo de las embajadas gringas.

A 51 años del asesinato de Salvador Allende, Víctor Jara y miles de chilenos y chilenas, no se puede sino gritar: ¡Que viva la Unidad Popular!

Este fue el último poema de Víctor Jara, escrito instantes antes de enfrentarse con sus torturadores y asesinos:

Somos cinco mil
Somos cinco mil aquí.
En esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil.

¿Cuántos somos en total
en las ciudades y en todo el país?

Somos aquí diez mil manos
que siembran y hacen andar las fábricas.

¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!

Seis de los nuestros se perdieron
en el espacio de las estrellas.

Un muerto, un golpeado como jamás creí
se podría golpear a un ser humano.

Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores,
uno saltando al vacío,
otro golpeándose la cabeza contra el muro,
pero todos con la mirada fija de la muerte.

¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!

Llevan a cabo sus planes con precisión artera sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es acto de heroísmo.

¿Es éste el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete días de asombro y trabajo?

En estas cuatro murallas sólo existe un número que no progresa.
Que lentamente querrá la muerte.

Pero de pronto me golpea la consciencia
y veo esta marea sin latido
y veo el pulso de las máquinas
y los militares mostrando su rostro de matrona lleno de dulzura.

¿Y Méjico, Cuba, y el mundo?
¡Que griten esta ignominia!

Somos diez mil manos que no producen.
¿Cuántos somos en toda la patria?

La sangre del Compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas.

Así golpeará nuestro puño nuevamente.
Canto, que mal me sales
cuando tengo que cantar espanto.

Espanto como el que vivo, como el que muero, espanto.

De verme entre tantos y tantos momentos del infinito
en que el silencio y el grito son las metas de este canto.

Lo que nunca vi, lo que he sentido y lo que siento
hará brotar el momento…