Me abruma el ruido
me inquieta el caos
me alarma la causa,
me desnuda el desequilibrio
Marcados mis pasos
camino con espera,
me amanece el invierno,
y no sé si sea eterno.
Me amaneció nevando
43 días seguidos
como en Ayotzinapa
con 43 desaparecidos.
Paradójico el tiempo
inaceptable suceso
marcan mis horas
y no sé si lo merezco.
Me calma el aliento
me aflige el recuerdo
me nostalgia la vida
me encumbra el olvido
Era del tiempo de mis abuelos.
El general. El prestidigitador.
Tenía artritis. En las manos.
Y le dolían.
Le dolían como un hijo a una madre.
Las manos.
Porque las tenía llenas de cadáveres.
El general, el prestidigitador.
Y ya no podía hacerlos desaparecer.
Mordemos la sombra
Y en la sombra
Aparecen los muertos
Como luces y frutos
Como vasos de sangre
Como piedras de abismo
Como ramas y frondas
De dulces vísceras
Los muertos tienen manos
Empapadas de angustia
Y gestos inclinados
En el sudario del viento
Los muertos llevan consigo
Un dolor insaciable
Esto es el país de las fosas
Señoras y señores
Este es el país de los aullidos
Este es el país de los niños en llamas
Este es el país de las mujeres martirizadas
Este es el país que ayer apenas existía
Y ahora no se sabe dónde quedó
Estamos perdidos entre bocanadas
De azufre maldito
Y fogatas arrasadoras
Estamos con los ojos abiertos
Y los ojos los tenemos llenos
De cristales punzantes
Estamos tratando de dar
Nuestras manos de vivos
A los muertos y a los desaparecidos
Pero se alejan y nos abandonan
Con un gesto de infinita lejanía
El pan se quema
Los rostros se queman arrancados
De la vida y no hay manos
Ni hay rostros
Ni hay país
Solamente hay una vibración
Tupida de lágrimas
Un largo grito
Donde nos hemos confundido
Los vivos y los muertos
Quien esto lea debe saber
Que fue lanzado al mar de humo
De las ciudades
Como una señal del espíritu roto
Quien esto lea debe saber también
Que a pesar de todo
Los muertos no se han ido
Ni los han hecho desaparecer
Que la magia de los muertos
Está en el amanecer y en la cuchara
En el pie y en los maizales
En los dibujos y en el río
Demos a esta magia
La plata templada
De la brisa
Entreguemos a los muertos
A nuestros muertos jóvenes
El pan del cielo
La espiga de las aguas
El esplendor de toda tristeza
La blancura de nuestra condena
El olvido del mundo
Y la memoria quebrantada
De todos los vivos
Ahora mejor callarse
Hermanos
Y abrir las manos y la mente
Para poder recoger del suelo maldito
Los corazones despedazados
De todos los que son
Y de todos
Los que han sido
Se buscan flores de Irma Pineda Santiago¿Dónde queda una flor arrancada de la tierra que sostiene su raíz?
Pregunté a las hojas
a las ramas
a cada árbol de pie en los bosques y jardines
Alumbré callejuelas y caminos para encontrar algún rastro
una gota de su perfume
un delicado pétalo
una pequeña espina
Nadé por todos los océanos para escuchar su voz
Miré en cada esquina antes de que las lágrimas me cegaran
Quise encontrar palabras escritas en el cielo
alguna carta
alguna dirección donde buscarla
No solo la ausencia
No el silencio
No esta terrible incertidumbre que calcina despacio el alma
y mantiene en vilo la pregunta:
¿dónde quedan las flores arrancadas de la tierra que sostiene su raíz?
1. Abel: por tu cara de sol y gallo y tu noche de sueño frío.
2. Abelardo: por tus ojos de harina de tiempo y tu silencio.
3. Adán: por tu baile de asombro y tu risa de cobre fulminante.
4. Alexander: por tu palabra de búho y tu ilusión de techo abierto.
5. Antonio: por tus venas de agujeta de río y tu paso de jaguar de monte.
6. Benjamín: por tus días de canto y bruma como orejas de gato.
7. Bernardo: por tu sueño de leche tibia y tu vigilia de tortuga.
8. Carlos Iván: por tu voz de corneta y tu seca dulzura de llano.
9. Carlos Lorenzo: por tus dedos extendidos como amplias nubes de tarde.
10. César Manuel: por tus largas piernas de pájaro de medianoche.
11. Christian Alfonso: por tu sonido de fruta precisa que se abre.
12. Christian Tomás: por tu grito quieto como los tamarindos agrios.
13. Cutberto: por tu brinco azul fosforescente entre las piedras del cerro.
14. Dorian: por tu voz de cazador de bosque que espanta a las culebras.
15. Emiliano Alen: por tu espalda de espejo y de águila imaginada.
16. Everardo: por tu risa de medialuna que parte la corteza del árbol.
17. Felipe: por tu suelta carcajada de caballo bajo las ramas del aire.
18. Giovanni: por tus rodillas de flores quietas en las noches desesperadas.
19. Israel: por tus uñas de tierra marina y tu estatura de amanecer.
20. Israel Jacinto: por tus tibios brazos curvos que procuran la brisa.
21. Jesús Jovany: por tus preguntas rápidas como semillas de pluma.
22. Jonás: por el sonido que guarda tu nombre despierto en la lluvia.
23. Jorge: por tu sombra de pan y agua y tu figura de hoja que baila.
24. Jorge Aníbal: por tu imaginación de elefante que nos levanta del polvo.
25 Jorge Antonio: por la historia de sal y de conejo que corre por tu cuerpo.
26. Jorge Luis: por tu escritura de sueño en los rayos últimos de la mañana.
27. José Ángel: por tus manos de remo en mesas de valles iluminados y de agua.
28. José Ángel: por tus ojos de pez de lumbre y tus letras en la raya del horizonte.
29. José Eduardo: por tu razón en el vértigo del topo y el ábaco del coyote.
30. José Luis: por tu respiración de tigre adivino, tigre que silba en la noche.
31. Jhosivani: por tu canto de estanque y relámpago en la boca de la barranca.
32. Julio César: por tu danza de caracol de pasto en la frontera del viento.
33. Leonel: por ese eco tuyo, tuyo, tuyo, con el brillo de las luciérnagas.
34 Luis Ángel: por tu palabra de aire que alumbra el llanto del huizache.
35. Luis Ángel: por tu presagio de pájaro definitivo en la orilla del alba.
36. Magdaleno Rubén: por tu fatiga de campo erguido y fresco en la hierba.
37. Marcial: por tu boca marina de brújula cierta para el náufrago y su marea.
38. Marco Antonio: por tu voz de carnero bajo la luna de piedra blanca.
39. Martín Getsemany: por tus cinco dedos en el húmedo muro de la infancia.
40. Mauricio: por ese reloj sin números que guardas en el corazón del tiempo.
41. Miguel Ángel: por tus alas existentes como llamas vivas en la montaña.
42. Miguel Ángel: por tus altas cejas de centella y entendimiento.
43 Saúl: por tu ojo de remolino en la noche única, invisible y perpetua.
Y por todo el mar en el cielo y la tierra y su lento ruido de entraña partida que nos hacen a todos y a tantos vivos y siempre en cada uno, cada uno, de nosotros.