27 septiembre 2024

10 años

Encumbre olvido de Eduviges Villegas Pastrana

Me abruma el ruido

me inquieta el caos

me alarma la causa,

me desnuda el desequilibrio

Marcados mis pasos

camino con espera,

me amanece el invierno,

y no sé si sea eterno.

Me amaneció nevando

43 días seguidos

como en Ayotzinapa

con 43 desaparecidos.

Paradójico el tiempo

inaceptable suceso

marcan mis horas

y no sé si lo merezco.

Me calma el aliento

me aflige el recuerdo

me nostalgia la vida

me encumbra el olvido

El prestidigitador de David González

Era del tiempo de mis abuelos.

El general. El prestidigitador.

Tenía artritis. En las manos.

Y le dolían.

Le dolían como un hijo a una madre.

Las manos.

Porque las tenía llenas de cadáveres.

El general, el prestidigitador.

Y ya no podía hacerlos desaparecer.

Ayotzinapa de David Huerta

Mordemos la sombra

Y en la sombra

Aparecen los muertos

Como luces y frutos

Como vasos de sangre

Como piedras de abismo

Como ramas y frondas

De dulces vísceras

Los muertos tienen manos

Empapadas de angustia

Y gestos inclinados

En el sudario del viento

Los muertos llevan consigo

Un dolor insaciable

Esto es el país de las fosas

Señoras y señores

Este es el país de los aullidos

Este es el país de los niños en llamas

Este es el país de las mujeres martirizadas

Este es el país que ayer apenas existía

Y ahora no se sabe dónde quedó

Estamos perdidos entre bocanadas

De azufre maldito

Y fogatas arrasadoras

Estamos con los ojos abiertos

Y los ojos los tenemos llenos

De cristales punzantes

Estamos tratando de dar

Nuestras manos de vivos

A los muertos y a los desaparecidos

Pero se alejan y nos abandonan

Con un gesto de infinita lejanía

El pan se quema

Los rostros se queman arrancados

De la vida y no hay manos

Ni hay rostros

Ni hay país

Solamente hay una vibración

Tupida de lágrimas

Un largo grito

Donde nos hemos confundido

Los vivos y los muertos

Quien esto lea debe saber

Que fue lanzado al mar de humo

De las ciudades

Como una señal del espíritu roto

Quien esto lea debe saber también

Que a pesar de todo

Los muertos no se han ido

Ni los han hecho desaparecer

Que la magia de los muertos

Está en el amanecer y en la cuchara

En el pie y en los maizales

En los dibujos y en el río

Demos a esta magia

La plata templada

De la brisa

Entreguemos a los muertos

A nuestros muertos jóvenes

El pan del cielo

La espiga de las aguas

El esplendor de toda tristeza

La blancura de nuestra condena

El olvido del mundo

Y la memoria quebrantada

De todos los vivos

Ahora mejor callarse

Hermanos

Y abrir las manos y la mente

Para poder recoger del suelo maldito

Los corazones despedazados

De todos los que son

Y de todos

Los que han sido

Se buscan flores de Irma Pineda Santiago

¿Dónde queda una flor arrancada de la tierra que sostiene su raíz?

Pregunté a las hojas

a las ramas

a cada árbol de pie en los bosques y jardines

Alumbré callejuelas y caminos para encontrar algún rastro

una gota de su perfume

un delicado pétalo

una pequeña espina

Nadé por todos los océanos para escuchar su voz

Miré en cada esquina antes de que las lágrimas me cegaran

Quise encontrar palabras escritas en el cielo

alguna carta

alguna dirección donde buscarla

No solo la ausencia

No el silencio

No esta terrible incertidumbre que calcina despacio el alma

y mantiene en vilo la pregunta:

¿dónde quedan las flores arrancadas de la tierra que sostiene su raíz?

Cada uno: Ayotzinapa de María Baranda

1. Abel: por tu cara de sol y gallo y tu noche de sueño frío.

2. Abelardo: por tus ojos de harina de tiempo y tu silencio.

3. Adán: por tu baile de asombro y tu risa de cobre fulminante.

4. Alexander: por tu palabra de búho y tu ilusión de techo abierto.

5. Antonio: por tus venas de agujeta de río y tu paso de jaguar de monte.

6. Benjamín: por tus días de canto y bruma como orejas de gato.

7. Bernardo: por tu sueño de leche tibia y tu vigilia de tortuga.

8. Carlos Iván: por tu voz de corneta y tu seca dulzura de llano.

9. Carlos Lorenzo: por tus dedos extendidos como amplias nubes de tarde.

10. César Manuel: por tus largas piernas de pájaro de medianoche.

11. Christian Alfonso: por tu sonido de fruta precisa que se abre.

12. Christian Tomás: por tu grito quieto como los tamarindos agrios.

13. Cutberto: por tu brinco azul fosforescente entre las piedras del cerro.

14. Dorian: por tu voz de cazador de bosque que espanta a las culebras.

15. Emiliano Alen: por tu espalda de espejo y de águila imaginada.

16. Everardo: por tu risa de medialuna que parte la corteza del árbol.

17. Felipe: por tu suelta carcajada de caballo bajo las ramas del aire.

18. Giovanni: por tus rodillas de flores quietas en las noches desesperadas.

19. Israel: por tus uñas de tierra marina y tu estatura de amanecer.

20. Israel Jacinto: por tus tibios brazos curvos que procuran la brisa.

21. Jesús Jovany: por tus preguntas rápidas como semillas de pluma.

22. Jonás: por el sonido que guarda tu nombre despierto en la lluvia.

23. Jorge: por tu sombra de pan y agua y tu figura de hoja que baila.

24. Jorge Aníbal: por tu imaginación de elefante que nos levanta del polvo.

25 Jorge Antonio: por la historia de sal y de conejo que corre por tu cuerpo.

26. Jorge Luis: por tu escritura de sueño en los rayos últimos de la mañana.

27. José Ángel: por tus manos de remo en mesas de valles iluminados y de agua.

28. José Ángel: por tus ojos de pez de lumbre y tus letras en la raya del horizonte.

29. José Eduardo: por tu razón en el vértigo del topo y el ábaco del coyote.

30. José Luis: por tu respiración de tigre adivino, tigre que silba en la noche.

31. Jhosivani: por tu canto de estanque y relámpago en la boca de la barranca.

32. Julio César: por tu danza de caracol de pasto en la frontera del viento.

33. Leonel: por ese eco tuyo, tuyo, tuyo, con el brillo de las luciérnagas.

34 Luis Ángel: por tu palabra de aire que alumbra el llanto del huizache.

35. Luis Ángel: por tu presagio de pájaro definitivo en la orilla del alba.

36. Magdaleno Rubén: por tu fatiga de campo erguido y fresco en la hierba.

37. Marcial: por tu boca marina de brújula cierta para el náufrago y su marea.

38. Marco Antonio: por tu voz de carnero bajo la luna de piedra blanca.

39. Martín Getsemany: por tus cinco dedos en el húmedo muro de la infancia.

40. Mauricio: por ese reloj sin números que guardas en el corazón del tiempo.

41. Miguel Ángel: por tus alas existentes como llamas vivas en la montaña.

42. Miguel Ángel: por tus altas cejas de centella y entendimiento.

43 Saúl: por tu ojo de remolino en la noche única, invisible y perpetua.

Y por todo el mar en el cielo y la tierra y su lento ruido de entraña partida que nos hacen a todos y a tantos vivos y siempre en cada uno, cada uno, de nosotros.